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“ÁBRENOS EL ENTENDIMIENTO”

Por

juan pablo cardona

adielo123@gmail.com

La predicación apostólica la sintetiza Lucas al final del Evangelio de esta III Domingo de Pascua: en Jesús se cumple todo el Antiguo Testamento y eso tiene el momento culminante en la muerte-resurrección y en el anuncio salvador que llega a todo hombre. Todo el contenido del Antiguo Testamento, de la predicación de Jesús y anuncio de la Iglesia se resume en la muerte y resurrección del Mesías y en el mensaje de conversión y perdón de los pecados ofrecido a todos los pueblos.

Para los Apóstoles y los primeros convertidos la vida consistía en vivir conforme al Evangelio. Según Juan, esa vida consiste en amor práctico y sinceridad. Nosotros de pronto creemos que la vida de los primeros cristianos era perfecta como si se tratara de seres angélicos. Se trataba de seres muy humanos de carne y hueso que luchaban por superar el lastre del paganismo. En esa sociedad de los primeros discípulos no existía la dignidad de la persona (la esclavitud era un fenómeno natural). El paganismo había sacralizado todos los vicios. Pasar del paganismo al cristianismo era una conversión (un giro en el rumbo de la vida, una transformación) que exigía un continuo estado de lucha. Y ese cambio tan radical la generó la fe en el Resucitado, en nadie ni en nada más.

Para que nosotros, cristianos de hoy y no de la época de las apariciones del Resucitado, entendamos las Escrituras (Lucas 24, 46) y las aceptemos es necesario que el mismo Jesús Pascual (Iglesia) pueda abrirnos nuestro entendimiento (Lucas 24, 45). “Abrir el entendimiento” (Lucas 24, 43) significa comprender que todo el camino del cristiano recibe su sentido al culminar en la pasión y pascua de Jesús el Cristo.

Digámosle al Señor Resucitado: “ábrenos el entendimiento” ante la soledad que nos ha dejado la muerte de un ser querido, ante un despido injusto, ante una cosecha que se malogró, ante ese negocio que con la crisis se nos vino abajo, ante el matrimonio fracasado, ante una enfermedad inesperada, ante esa deuda impagable, ante los sacrificios y angustias que pasamos para conseguir lo necesario para nuestros hijos, ante ese niño que nos diste y que no es como todos los niños, ante la frustración de esta paz que no se ve venir porque no es las “paz del Resucitado”, ante la muerte cruel de nuestros hermanos los soldados.

Comprendamos que ser cristianos hoy del Resucitado es ir entendiendo que todas estas realidades de cruz nos llevarán a la gloria de la Resurrección. ¡Eso esperamos los impacientes!.

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