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Julián Posada
Columnista

Julián Posada

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Acecho

Por JULIÁN POSADA

primiziasuper@hotmail.com

Uno quisiera cerrar esto como si fuese una novela con final feliz, uno quisiera creer que lo que acaba es el fin, pero el mes uno es simplemente el trece o el mil de este carrusel que gira y gira. Quieren despedir el año con la vana ilusión de que todo marcha, de que la economía florece, de que crecemos al ritmo de los árboles que talamos para convertir en potreros los bosques, y es ahí cuando siempre recuerdo lo triste que es esto. Lo tanto que roban, lo mucho que descalifican y los odios que encienden. Y me pregunto otra vez si algún día lograremos transformar algo.

”Frente a la bajeza, la grandeza”, le oí decir hoy a un líder: así vivimos, saltando a matones. Lo siento, pero no lo lamento del todo, algo bueno hay en estos pícaros que llegaron a remover nuestros cimientos y a obligarnos a cambiar unas narrativas excluyentes y obsoletas.

Decimos también que este ha sido un año raro, ¿ y es que acaso no son todos así? Cada cima de los gráficos que ilustran la felicidad de los números está acompañada de un lastre que arrastra con su dolor hacia abajo la imagen. Reconocerlo es también habitar la cordura. Si algo debería dolernos es que hemos pasado casi todos de agache frente a este tsunami mental. ¿Habrá suficientes terapeutas para sanar tanta psiquis rota?

¿Cuándo fue la última vez que nos vimos y cuándo la última vez que te abracé? Me preguntó ayer un amigo. ¿Acaso mañana serás un recuerdo o volverás a convertirte en un simple reflejo tras una pantalla cuando volvamos a vernos? Ojalá que no sea esa la noción de futuro. Volvimos a frecuentarnos gracias a rituales y fiestas para descubrir que si algún concepto ha mutado es el del tiempo, tic, tac, pum.

Hemos convertido algunos gestos u ofrendas en el reflejo de un dolor contenido, en puñalada certera a un corazón que vestido de fiesta se conmueve ante mucho. Tantas ausencias transforman en dolor estas fechas en que la sensibilidad nos habita. La Navidad también es dolor, y a veces cada paquete, más que presagiar el futuro, le pone el acento a la angustia. Hoy la máquina del tiempo se activa para frecuentar el pasado o bucear en el futuro. Algunos les dicen recuerdos, otros los llaman mañana.

Cada sorbo de fiesta con el que celebro estas fechas es también el agua de estos ríos que arrastran a tantos que defendían la vida. Su caudal es la tumba que transforma en lágrimas sus raudales. Son demasiados, 22 dicen las estadísticas y en cifras Antioquia lidera.

Es tiempo para la gratitud, pero también el de mirarse para descubrir el espejo que a cada minuto la vida nos pone: quizás no hemos querido reconocer en las pantallas el soporte que desnuda nuestras vidas. Cada cosa que poseemos es un espejo, es el reflejo frío de carencias y afectos, la radiografía que dice, como afirmó Jane Austen, que: “no siempre quien sonríe es feliz. Existen lágrimas en el corazón que no llegan a los ojos”.

Uno quisiera cerrar esto como si fuese una novela con un final feliz, pero recuerda que los que prometen cambiarlo todo, están cada cuatro años ahí... al acecho 

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