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¿Adiós a lo feo?

Por Lina María Múnera Gutiérrez - muneralina66@gmail.com

En busca de la descripción aséptica de todo lo que nos rodea, la fealdad va a terminar por desaparecer. Lo feo como adjetivo ha entrado en la esfera de lo políticamente incorrecto y hay que cuidarse mucho para no expresar con palabras lo que salta a la vista. Hay que ver las piruetas gramaticales que se requieren para escribir un artículo de farándula en un medio de comunicación, y ya no se diga lo delicado que puede ser el asunto de describir una pieza de arte en la que la imagen que se contempla es fea, pese a que por su ejecución, sea una obra bella.

Vamos a dos ejemplos sacados de la actualidad noticiosa. Resulta que en estos días se han publicado toda clase de artículos y análisis para entender el éxito que tiene entre las mujeres más poderosas del mundo del espectáculo un comediante de 29 años llamado Pete Davidson cuyo físico no se distingue especialmente por sus cualidades de adonis. Pues bien, para evitar decirle feo, el periódico español El País, en un extenso análisis que intenta resolver el enigma, lo describe como un hombre “de belleza poco normativa”. Como ejercicio de escritura está muy bien, pero como descripción de la realidad es bastante resbaladiza.

Luego está la decisión que ha tomado uno de los templos del arte mundial, el Museo del Prado de Madrid. Resulta que uno de sus nuevos itinerarios se titula El Prado en femenino, por cierto, una idea magnífica que busca resaltar la importancia de las mujeres mecenas que contribuyeron a enriquecer las distintas colecciones del museo, y sin las cuales la calidad de lo que hoy se puede ver allí “decrecería de manera alarmante”, en palabras del director de la pinacoteca. Pues bien, aprovechando esta iniciativa, los organizadores decidieron incorporarse al espíritu de los tiempos y modificar los títulos y textos explicativos de las obras. De manera que en el retrato de María Tudor hecho por Antonio Moro, se ha eliminado una línea donde decía que el artista, al pintar a la soberana “no disimula sus rasgos poco agraciados”. Sacan esa observación sobre la fealdad porque puede lastimar los ojos del visitante del siglo XXI, aunque la imagen lo grite.

Si la fealdad está presente en la realidad que nos rodea, ¿por qué evitar nombrarla? Mirar la vida con sinceridad, debería llevar intrínseco, el poder describir, sin tanto miramiento, lo que se ve. No con ánimo ofensivo sino con la intención de transmitir la emoción intensa, claramente poética, que puede producir tanto lo bello como lo feo. De ahí que Umberto Eco escribiera dos libros muy famosos que se complementan mutuamente: Historia de la fealdad e Historia de la belleza. La una no puede existir sin la otra, de manera que no hay por qué reverenciarlas de tal forma que no se puedan nombrar. O que le pregunten a Pete Davidson si el éxito arrollador que ha tenido con mujeres como Ariana Grande, Kim Kardashian, Emily Ratajkowski o Kate Beckinsale no tiene que ver, entre otras, con lo feo que es

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