Apreciado Maestro. Desde las alturas de las grandes almas, discúlpeme por divulgar algunas ideas que tienen que ver con lo más profundo de su ser, por lo que requiero de su benevolencia, ya infinita, por no poder expresar fielmente los pensamientos que me asaltan al momento de describir algunos apartes de su maravillosa personalidad.
Quienes tuvieron el privilegio de disfrutar de su valiosa compañía, compartirán conmigo el título de Maestro que desde siempre cubrió su actividad profesional.
Usted nos enseñó el significado y la trascendencia de ser un librepensador, intelectualmente rebelde, y a la vez con una gran ortodoxia. Supo transmitir los más altos secretos de la ciencia penal con la propiedad y simpleza del erudito. No permitió que su...