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La necesidad de una “paternidad del alma”

hace 6 horas
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  • La necesidad de una “paternidad del alma”

Por Aldo Civico - @acivico

Una de las grandes bendiciones en mi vida ha sido contar con mentores que han influido profundamente en mi formación, especialmente durante mi juventud. Entre ellos, destaca Leoluca Orlando, el alcalde antimafia de Palermo. Trabajar a su lado y observar su dedicación al cambio en su ciudad me ha enseñado no solo todo lo que sé hoy sobre política y relaciones públicas, sino también el verdadero significado de liderar y entregarse incondicionalmente a un ideal. Al llegar a Nueva York, Andrea Bartoli, fundador del Centro de Resolución de Conflictos de la Universidad de Columbia, me acogió y eventualmente me nombró su sucesor, entregándome su legado. En el ámbito espiritual, tengo una deuda de gratitud con Chiara Lubich, una de las figuras más importantes del catolicismo contemporáneo, con quien estuve muy cercano durante la última década de su vida. Estos son solo algunos de los muchos mentores que he tenido.

Mi agradecimiento hacia ellos no se limita a las habilidades que me enseñaron, las oportunidades que me brindaron o los consejos que me ofrecieron. Lo que más valoro es el ejemplo que me dieron: su calidad humana y profunda sabiduría. Son personas que se negaron a caer en el cinismo, el escepticismo o la desesperanza frente a los desafíos que enfrentaron. Además, gracias a ellos comprendí la importancia de convertirnos en mentores para los más jóvenes, de manera incondicional. Es también por su ejemplo que hoy dedico parte de mi tiempo a guiar a jóvenes, como una forma de saldar mi deuda con mis mentores y emular la calidad de su grandeza. Esto me parece aún más crucial en una sociedad que a menudo carece de figuras paternas presentes y amorosas, donde las relaciones suelen ser meramente transaccionales, y donde, en lugar de acompañarnos, tendemos a explotarnos mutuamente.

En una sociedad cada vez más carente de referentes, tenemos la obligación moral de ser mentores y de acompañar a las nuevas generaciones. Nos enfrentamos al desafío de convertirnos en una mejor versión de nosotros mismos, evitando transmitir cinismo, desconfianza o escepticismo. Es una gran responsabilidad y resulta decepcionante observar, especialmente en quienes trabajan en educación, deporte o entretenimiento, cómo se relacionan con los jóvenes (y con todo el mundo) desde la desconfianza y el escepticismo. Finalmente, lo que somos se refleja en nuestras decisiones y comportamientos, y por ello estoy convencido de que la mentoría debe fomentarse revisando nuestros esquemas mentales y prejuicios, así como la calidad de nuestros pensamientos, para ofrecer al mundo, y en particular a los jóvenes, una contribución constructiva, en lugar de más dosis de escepticismo y desconfianza, de las que la humanidad ya está suficientemente envenenada.

La escritora italiana Michela Murgia hablaba de “hijos del alma”, refiriéndose a los jóvenes que su corazón había adoptado, a quienes ofrecía incondicionalmente su amistad y mentoría. Si deseamos contribuir a este mundo, vale la pena reflexionar sobre la calidad de nuestra relación con los jóvenes y reflexionar sobre la posibilidad de convertirnos en “padres de almas” para acompañar y guiar a las nuevas generaciones. Incondicionalmente. Sin pedir nada a cambio.

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