Por Michael Reed H.
La Política de defensa y seguridad (PDS) para la legalidad, el emprendimiento y la equidad supuestamente responde, “con un nuevo enfoque multidimensional”, a las amenazas y los desafíos del país. El panorama que pinta parece sacado de una obra apocalíptica.
En el marco de estudios de seguridad, es una copia criolla (y rancia) de la aproximación que hizo en 1994 Robert D. Kaplan en “La anarquía que viene”. En el famoso ensayo, Kaplan pintó un panorama espeluznante del mundo, con base en una visión (distorsionada) de lo que acontecía en los países del África occidental. Como una epidemia que se esparcía, Kaplan advirtió que la escasez, el crimen, la superpoblación, el tribalismo y la enfermedad destruirían el tejido social del planeta. Vaticinó lo peor: la anarquía criminal terminaría por consumirlo todo.
El mensaje de Kaplan tuvo eco, por un par de razones: primero, con su descripción apocalíptica, produjo miedo que agregó y movilizó; segundo, convocó, en función del esquema simplista de civilización contra barbarie, a todas las fuerzas que quisieran luchar contra el mal y lo salvaje. El ensayo de Kaplan, lejos de ser técnico, se convirtió en una pieza propagandística que motivaba respuestas duras en contra del crimen, el desorden y, progresivamente, todo lo que estuviera fuera de control.
No sostengo que el panorama colombiano sea positivo, pero no es apocalíptico. La lectura completa de la PDS produce vértigo, angustia, miedo. La agregación de amenazas y la exageración del peligro que, según el documento, asechan a Colombia presagian anarquía (PDS 22-29). Hay amenazas de todo tipo: simples y complejas; internas y externas; reales y virtuales. Aquí una prueba: ausencia de instituciones estatales, marginalidad social, imperio de la ilegalidad, crecimiento sin antecedentes de cultivos ilícitos, extracción ilícita de minerales sin control, cambio climático, ataques en el ciberespacio, aumento de los homicidios y de los robos, grupos armados organizados, redes de tráfico de drogas, y – para rematar – “la posibilidad de pandemias, la erosión de la cohesión social, el terrorismo internacional y la proliferación de armas de destrucción masiva” (29). ¡Kaplan se queda en pañales!
La receta utilizada por la PDS es vieja, pero efectiva: identifica muchas amenazas y exagera los peligros para generar miedo; en seguida, apela a los ciudadanos para que respalden la ampliación del poder estatal para luchar contra el crimen, el desorden social y cualquier otro mal que se asome.
La operación ya está en juego. Aunque todavía no es visible, la expansión del poder represivo del Estado está en marcha. Con base en la generación de miedo, el gobierno ha logrado asustar y producir un estado de necesidad. Adicional al sentimiento de vulnerabilidad, hay disgusto y molestia con todo lo que se tiene como criminal. Se ha activado un poderoso sentimiento de revancha y de justos merecidos que exige mano dura y justicia expresiva.
Además, se está apelando a otro poderoso recurso para conseguir que se autoricen formas extraordinarias de poder: estos son los mismos problemas de siempre; nada ha funcionado; por lo tanto, es hora de actuar mediante formas nuevas y extraordinarias de poder. La frustración con la naturaleza cíclica de los problemas se utiliza para enardecer al público y solicitar que los límites regulares al poder se levanten.
Y así vamos: directo al abismo, bajo el asecho de amenazas interminables, muertos del miedo, envueltos por la promesa de más y mejor seguridad.