En la revista Semana entrevistaron a algunos políticos para preguntarles de qué se arrepintieron en la Semana Santa que ya culminó. Algunos revelaron sus faltas cometidas contra el prójimo, como pecados de soberbia, engaños, egolatrías, tentaciones de poder y bienestar. Algunos más que otros de los personajes llamados al confesionario, prometieron practicar el examen de conciencia con contrición de corazón y no tanto con el propósito de la enmienda para quedar a paz y salvo con su fe. Hasta Roy, gran campeón del trapecio de la política colombiana se arrimó al confesionario de la revista. Pero no reveló todos sus pecados. Al callar algunos, y de acuerdo con el padre Astete, se quedó sin absolución.
No dijo Roy ante el confesionario laico que era un político que cayó en el pecado capital de la gula al proponer un plebiscito para expulsar de la presidencia y vengarse de Iván Duque, dado que este no se ha dignado darle tajada alguna en el ponqué ministerial que harte su insaciable glotonería. No resiste ayuno prolongado, como lo hace el buen cristiano para expiar sus culpas. Su marginamiento de la tragonería burocrática le ha despertado odios que ciegan la visión cristiana de la vida llevada con estoicismo. Y le ha multiplicado una soberbia, pecado capital, para cambiar de bando político sin rubor alguno, repitiendo aquel protagonismo que alguna vez animó un político brincón, Lucio Pabón Núñez, quien saltaba con gran facilidad en el trapecio circense, para lograr en un mismo día ser ministro de tres presidentes distintos. “Era tan fiel que le era fiel a todo el mundo”.
Aquí en Medellín ha aparecido otro personaje que no fue llamado al confesionario laico de la revista bogotana. Aun no tiene absolución y sus pecados los cargan los ciudadanos de Medellín. Es su alcalde, que juega con la honra de ciudadanos que con su seriedad y dedicación forman sociedad, a través de empresas generadoras de empleo y desarrollo. Funcionario reincidente del pecado de la mentira y la injuria, al que ahora desenmascaran tres ciudadanos, respetables e idóneos, Gonzalo Pérez, presidente del Grupo Suramericana, Jorge Mario Velásquez, presidente del grupo Argos, y Carlos Ignacio Gallego, presidente del grupo Nutresa. Los tres, practicantes de la responsabilidad social empresarial y del gobierno corporativo, aliado con el sector público para el progreso físico y ético del ciudadano colombiano. Atacados por Quintero, le desmienten las falacias, inexactitudes y contradicciones, manifestadas contra su honor en el diálogo que sostuvo con Vicky Dávila.
El alcalde de Medellín, por su arrogancia pareciera pertenecer, según radiografía que hace el economista Luis Guillermo Vélez, a esa clase de hombre-masa-rebelde, analizado por el filósofo Ortega y Gasset. Ese hombre “retórico, demagogo y vanidoso, que se siente con el derecho de opinar sobre todo sin haberse tomado el trabajo de estudiar nada para forjárselo”.
Tanta mitomanía postula al alcalde medellinense como candidato indiscutible para ser oído en confesión en la próxima Semana Santa. Ojalá que para esa época haya demostrado propósito de enmienda. En tanto los habitantes de Medellín seguirán llevando en viacrucis su cruz a cuestas