El país se encamina hacia un nuevo himno nacional. El vigente, pasto de burlas, se lanzó hace 170 años y demoró 70 en consolidarse.
Hoy es símbolo patrio apenas para la ley y para mayores de cien años. Es decir, para nadie.
Viene resistiendo en su catadura bélica, beata, pomposa y hueca, en medio de bostezos adolescentes de izadas de bandera, y caspa de políticos y magistrados en trance de atontar a las masas.
Ah, también en los preámbulos del fútbol, cuando las tribunas creen estar ejerciendo algo que llaman patria.
Este himno de Rafael Núñez y Oreste Sindici agotó sus siglos de oportunidad. Está exhausto de vigor. De tanto cantar a la sangre, se quedó sin sangre.
En buena hora suenan ahora voces que piden cambiarlo para celebrar una paz esquiva...