No hay duda de que el país está viviendo circunstancias difíciles. Estamos en momentos contrarios a los que, quienes privilegiamos el optimismo, presagiábamos hace un año. Las cosas no están saliendo bien. Es entonces cuando debemos sacar a flote nuestro carácter, coraje y compromiso con el país. No debemos desalentarnos ni acobardarnos, sino buscar soluciones, partiendo de la conversación, lo más plural posible, el esfuerzo constructivo y el apoyo consciente a nuestra institucionalidad.
La economía, el empleo, el incremento de la pobreza, las relaciones internacionales, la gobernabilidad, la seguridad humana, el mejoramiento de la calidad de vida, los niveles de corrupción, el cumplimiento de los acuerdos, nada ello anda bien. Pero la solución no es generar el caos e incendiar al país para reconstruirlo desde sus cenizas. En la crisis no podemos convocar a la desgracia, ni abogar por el cambio para que nada cambie.
Focalizando la atención en lo sucedido en el país en las últimas semanas, debemos observar con preocupación la nefasta propuesta del periodista Herbin Hoyos de desestatizar el país y sus instituciones. Flaco favor el que pretende hacerse a la democracia, pues una de sus características es la independencia de los poderes públicos, la cual se manifiesta en el respeto de cada uno de ellos hacia las facultades de los otros. Tampoco es conveniente romper la independencia de los partidos y los canales institucionales entre el ciudadano, el Gobierno o el Legislativo. Al contrario, nuestra obligación es fortalecer las instituciones para que garanticen el respeto de los derechos individuales y colectivos.
Otro motivo de preocupación es la actitud incomprensible e indignante de “Jesús Santrich”. El primer pensamiento que surge es que ha salido del país para unirse a “Iván Márquez”, “Romaña”, el “Paisa” y otros disidentes, incumplir los acuerdos que él mismo firmó y huir de la justicia, presionado por la responsabilidad de los delitos de los cuales se le acusa. La consecuencia sería un daño importante a la credibilidad en los acuerdos de paz, la cual debe estar por encima de cualquier actuación individual. La otra versión, menos creíble pero más constructiva, sería que salió para convencer a “Iván Márquez” de su error, hacer causa común, y traerlo nuevamente al cumplimiento de los acuerdos. El próximo martes nueve sabremos la realidad y despejaremos muchas dudas. Paralelamente, importante y necesario es que las palabras del presidente Duque se hagan realidad: “Acá está el Estado de Derecho para hacerse respetar”.
Pienso que actualmente la mayoría de los colombianos y la comunidad internacional estamos de acuerdo con la necesidad de darle un buen rumbo al país, sacar los acuerdos de paz adelante, buscar la verdad, la reconciliación y la reconstrucción de la ética pública. Creo que con ese pensamiento llegamos la mayoría a las urnas hace poco más de un año, independientemente del juicio que hoy hagamos. Este mismo propósito nos debe comprometer desde ya con el estudio, análisis y apoyos, de cara a los comicios del próximo 27 de octubre, cuando elegiremos alcaldes, gobernadores, diputados, concejales, alcaldes y ediles. De este proceso y de nuestra decisión electoral dependerá que podamos contribuir a darle un rumbo positivo a nuestra democracia. Es nuestra responsabilidad.
Lo democrático es aceptar y apoyar al presidente que elegimos, sin excluir la crítica constructiva.
*Miembro de La Paz Querida