Hace poco fui invitada a la Institución Educativa Cristóbal Colón, en el barrio Santa Mónica, con el fin de llevarles un mensaje a los alumnos en el marco de la semana cultural. Como siempre me sucede, sentí morir de susto, no solo por pararme frente a cientos de jóvenes en la “edad del moco” (perdón por lo prosaica), sino también porque no es fácil manejar un discurso positivo frente a un espejo quebrado que refleja corrupción por todas partes, líderes cuestionados, falta de coherencia, injusticias, realidades irrefutables, desigualdad y ausencia de valores, pero dije que sí, con todo gusto.
Adopté la mejor de mis sonrisas y llené mi corazón de buenas intenciones, como cualquier mamá que se dispone a tener una conversación seria pero amable...