Superó a muchos de los personajes de los libros que leía en voz alta. Y para sí misma.
Aura no podía haberse llamado distinto. Tal vez, para honrar el origen mitológico de su nombre, decidió ser brisa. Suave, sutil, caricia. Pero vaya suerte, su sensibilidad y consideración en el trato hacia los otros (eso que llaman “ternura”) la condenaron a un diminutivo que ni ella ni su nombre poderoso jamás merecieron.
¡A-U-R-A!
Aura, mujer enigma que reía con la mirada, nació en Venecia y hasta los doce años vivió en Yarumal. Hace más de un siglo, su abuelo había retado al mundo a pasar “por encima de su cadáver” antes de permitir que sus hijas estudiaran. La abuela de Aura respondió al desafío: “Entonces pasarán por encima de su cadáver”. Matriculó a sus...