Hay personas en esta vida que uno no necesita ver muy seguido para querer mucho o admirar. Eso sentía por Aurita López, quien murió el domingo en un ancianato de Girardota y ahora siento que nunca más me dejará.
La última vez que la vi, hablamos de la imposibilidad de vivir sin libros y, por lo mismo, hablamos de su vida, porque la vida de Aurita era inconcebible sin libros. Me contó que desde niña había sido lectora, una lectora incansable y constante; por eso, de jovencita, soñó con trabajar en una librería. Como si al trabajar en una pudiera tenerlo todo. Para ella no era posible la dicha fuera de los libros. Nunca dejó de leer porque siempre creyó que la lectura debía ser una obsesión, “que tú te murieras si te faltaran los libros. Puede...