Me encantan las personas generosas, las personas que tienen gestos de dar sin esperar nada a cambio, las personas que conocen el secreto de que la dádiva enriquece más al que la otorga que al que la recibe, las personas que son felices haciendo felices a los demás, porque saben que “hay mayor felicidad en dar que en recibir” (Hechos 20,35).
Generosidad es largueza, liberalidad. La generosidad es uno de los atributos más impresionantes del Creador. Gracias a su generosidad, existen todos los seres de la creación, sobre todo el hombre. La generosidad divina es el atributo que determina a Dios como Creador. Por ser generoso, Dios crea, es Creador en una acción continua sin fin.
La persona generosa es encantadora. Da gusto vivir con ella. Cada detalle suyo, por insignificante que sea, resulta encantador. La persona generosa vive en el mundo misterioso de la magia, donde cada acontecimiento es novedad, fuente asombrosa de felicidad.
El prefijo griego ‘auto’ nos instala en un mundo de sugerencias sin fin. Autoestima, autocrítica, autoservicio, autogenerosidad. El prefijo ‘auto’ hace referencia al compromiso de los compromisos, al de que cada uno se interese en sí mismo en cuerpo y alma de la cabeza a los pies, la tarea constante de su vida. Autoestima y autoservicio son palabras de uso cotidiano, no así autogenerosidad.
El tiempo es la dádiva de las dádivas, un regalo mucho más precioso hoy, en que nadie tiene tiempo para nada. Entonces, yo me propongo ser autogeneroso sacando tiempo para hacer lo que me gusta, para llenar de amor mis pensamientos, sentimientos, palabras y acciones y para derretirme de adoración y gratitud con mi Creador.
Como el tiempo es oro, me propongo ser autogeneroso sacando tiempo para disfrutar el contenido de los versos gigantescos de San Juan de la Cruz: “¡Oh bosques y espesuras, / plantadas por la mano del Amado!” Más aún, embriagarme con estos otros versos que me llevan a una tierra extraña de luz. “La noche sosegada / en par de los levantes de la aurora / la música callada / la soledad sonora / la cena que recrea y enamora”.
¿Soy autogeneroso regalándome tiempo para preguntarme quién soy, de dónde vengo, qué camino recorro y adónde me encamino? ¿Para escuchar cada latido de mi corazón y así poner orden en mis sentimientos para que sean de amor? ¿Soy feliz sirviendo a los demás y poniendo orden y limpieza en mi casa y en cada cosa de la cual me beneficio? ¿Saco tiempo para disfrutar el amor de mi Creador y corresponderle amándolo con todo el corazón?.