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Cuando el asfalto se transforma en serpiente que se retuerce hasta las cumbres de la cordillera, entre líquenes, musgos, pinochaquiros y ceibas, el vértigo le anuncia al viajero: ¡Jericó está cerca!
La tierra de Laura Montoya, Jesusita Vallejo de Mora-Márquez, Héctor Abad Gómez, Manuel Mejía Vallejo y Javier Darío Restrepo, supera el cliché del “calor humano”. Los jericoanos acogen al forastero con dos formas del asombro: la belleza –de sus montañas y vegetación, del parque, las ventanas y balcones– y la conversación, breves desafíos al intelecto vinculados a la coyuntura, historia y cultura locales. Jericó hoy debate en torno a preguntas sobre el proyecto Quebradona de la minera multinacional sudafricana AngloGold Ashanti (AGA). Veintitrés años de producción comenzarían en 2024.
Mientras la AGA celebra la publicación del acto administrativo de la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales que inicia formalmente la evaluación ambiental que determinará si su proyecto es o no viable, los habitantes del pueblo manifiestan cinco preocupaciones: la contaminación de los yacimientos de agua superficiales y subterráneos que podría generar Quebradona; su efecto sociocultural; su impacto en los ecosistemas; la alteración de la seguridad (habitual en los focos de explotación minera) y lo que ya es evidente, en parte provocado por agentes externos: la división social.
En 2019 se hundió el proyecto de acuerdo municipal que buscaba blindar a Jericó de la minería a gran escala. El golpe final lo asestó un grupo de concejales que no asistió en una fecha decisiva (el pasado 29 de diciembre), al parecer, asediado por los ecos de la Agencia Nacional de Minería, del Viceministerio de Minas y la Secretaría de Minas de Antioquia. El Cinturón Occidental Ambiental, que articula organizaciones sociales y ambientales, calificó dicha injerencia de la AGA y el gobierno nacional como “presión y cooptación” del Concejo Municipal.
En pleno #HayFestivalJericó, el Centro de Historia de Jericó anunció: “Este es un año determinante en la historia de nuestro pueblo [...] reclamamos el derecho a la participación ambiental y a la libre determinación de nuestro desarrollo”. En el ingreso a los eventos, algunos ciudadanos protestaron con cartulinas: “Señores jueces y magistrados: no nos quiten nuestros derechos para defender el territorio y la vida de las futuras generaciones. El agua es nuestro oro”. “S.O.S. para Jericó, Antioquia y Colombia: sí, cultura y agricultura. No: agroindustria y minería de metales”.
Además de literatura, cine y música, el #HayFestivalJericó propuso diálogos horizontales e intergeneracionales sobre el futuro compartido: el economista Luis Jorge Garay se concentró en el dilema moral/ético/político/económico que plantea el “extractivismo colonialista” que busca obtener recursos naturales no renovables, y cuyo objetivo central es la exportación del recurso, sin procesamiento interno ni generación de valor agregado (solo beneficios transitorios, como alquileres y empleos efímeros). El investigador recalcó que en Colombia no da espera una “transición socio-ecológica, resiliente y sostenible”, la cual depende de la existencia de sociedades participativas, exigentes, fiscalizadoras (¡como la jericoana!), dentro de un Estado democrático.
De regreso a casa, la conmoción que produce el paisaje andino del Suroeste es interrumpida por las vallas de una oportunista con anhelos presidenciales... de inmediato se cae el carriel.
¡Ay, Jericó!, tu angustia estremece toda la cordillera.
Nota final: El #HayFestivalJericó es la apuesta cultural de una caja de compensación. Ante la desigualdad colombiana, las cajas de compensación contribuyen a equilibrar la balanza.
