La semana pasada los señores Juan David Escobar Valencia y Juan Gómez Martínez, columnistas de este periódico, se refirieron en sus artículos al anonimato como herramienta de los cobardes para insultar a aquellos con cuyas opiniones no comulgan. Me uno al coro.
Y me pregunto quién hace más daño: ¿Los que obedeciendo a nuestras convicciones damos una opinión honesta sobre un tema determinado y la refrendamos con nombres, apellidos, foto y correo electrónico, o aquellos que por no compartirla, lejos de debatir con argumentos, se limitan al insulto personal?
Que a un bagazo poco caso, dicen, pero no es tan sencillo. A veces esos golpes duelen, y mucho, aunque vengan de desconocidos que se creen con poder para dejar en entredicho nuestra integridad...