“Ladran, Sancho, luego cabalgamos”. La expresión, que erróneamente se atribuye al Quijote de Cervantes, ejemplifica a la perfección la vida y obra de Álvaro Uribe. Podría figurar en su escudo heráldico como prueba de que, pese a las críticas y las maledicencias de los muchos enemigos, el expresidente colombiano siempre ha ido a su bola, avanzando contra viento y marea. Desde los años 70, cuando detuvo el paro en la Universidad de Antioquia, la izquierda lo tiene en su punto de mira a uno y otro lado del Atlántico.
En España, Uribe tiene casi tantos odiadores como en casa, muchos de ellos ilustres socialdemócratas de café y vacaciones en yate por Ibiza. Entre los más ilustres figura el grupo Prisa, editor del diario “El País” y propietario de la editorial Santillana, cuya rama española acaba de ser vendida por 465 millones de euros, pese a lo cual el negocio editorial en Latinoamérica seguirá bajo control de Prisa, propietaria en Colombia de Caracol Radio, entre otros medios. Este grupo editorial ha sido sustento y apoyo desde sus orígenes de los socialistas españoles, en mayor o menor medida.
El contrapunto a Prisa en España y más allá es el grupo Planeta, al que pertenecen, entre otros, los canales de televisión Antena 3, las emisoras de radio Onda Cero y el diario “La Razón”, en el que un servidor trabaja desde hace 20 años. Además de ser la editorial más importante en español, Planeta les suena porque durante muchos años fue propietaria del diario “El Tiempo”. Podrán pensar que Planeta es a la derecha lo que Prisa es a la izquierda, pero nada más lejos de la realidad. La pluralidad del grupo Planeta es desconocida en el mundo de los medios. Entre otras cosas, porque Planeta también es propietaria del canal de televisión español La Sexta, tan colorado que resulta casi morado, por alusión al color corporativo de los castro-chavistas de Podemos.
Pongan todo esto en contexto, porque como me explicó una tarde el presidente Santos, la cruenta disputa entre Prisa y Planeta se libra también en Colombia. Viene esto a colación del reciente perfil sobre Uribe publicado en “El País” bajo el título “Uribe, la sombra política de Colombia”, cuyo título no deja ya lugar a dudas sobre la orientación del mismo.
El texto no puede ser más dogmático. Para empezar, desliza los estereotipos clásicos para conformar una personalidad atribulada, volcánica y casi marcial del personaje. Un hacendado padre implacable: “Uribe creció entre la férrea disciplina de un padre que le obligaba a trabajar de día en la finca y cuyas órdenes no admitían discusión”. Una madre sensible, como contrapunto a la severidad paterna.
Pero sin duda, son las recurrentes insinuaciones a los nexos de Uribe con el narco lo que determina la perversión del presunto perfil. “La fundación fachada de Pablo Escobar, llamada Medellín sin Tugurios, publicó un obituario lamentando su muerte (la del padre de Uribe)”, se apunta en el arranque. “Los oriundos de Medellín vienen escuchándolo desde los ochenta, cuando se estrenó como director de Aeronáutica Civil en un momento en el que los capos de la droga enviaban sus cargamentos al exterior con facilidad. Las dos últimas personas en ocupar aquel cargo habían sido asesinadas por cerrar pistas clandestinas y en los círculos políticos se creía que Uribe correría el mismo destino, pero duró en el puesto más de lo que muchos esperaban y salió de allí sin un rasguño”.
No dispongo de tiempo ni espacio para seguir. La difamación a Uribe sigue siendo tendencia. Ladran, luego aún cabalga.