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Por David González Escobar - davidgonzalesescobar@gmail.com
Durante décadas, se creyó que estábamos inevitablemente condenados a una “catástrofe malthusiana”. Thomas Malthus, un economista del siglo XVIII, sostenía que mientras la población tendía a crecer en progresión geométrica (2, 4, 8, 16...), la producción de alimentos y recursos solo podía aumentar en progresión aritmética (1, 2, 3, 4...). Por tanto, se predecía que la creciente población de hace 200 años estaría destinada a agotar sus recursos básicos, según Malthus, cercano a finales de los 1800s.
Sin embargo, más de 100 años después, la capacidad del ingenio humano para innovar ha dejado en el olvido aquel diagnóstico apocalíptico. Irónicamente, lo que muchos países podrían estar enfrentando es una amenaza existencial desde el flanco opuesto: el rápido envejecimiento de la población.
Según la portada de The Economist de esta semana, mientras en el año 2000 la tasa de fertilidad global era de 2,7, en la actualidad esta tasa se ubica apenas en 2,3. Los 15 países con mayor PIB tienen todos una tasa de fertilidad por debajo de la tasa de reemplazo de 2,1, el número de hijos necesarios para que la población se mantenga. Se pronostica que países como China, Italia o Japón reducirán hasta la mitad su población para finales de siglo.
Para visualizar el futuro de vivir en una sociedad que enfrenta la amenaza inevitable del envejecimiento general de su población, solo hace falta mirar los casos ridículos que se ven en Corea del Sur.
La tasa de fertilidad de menos de 0,8 en este país apunta a que su población podría reducirse a casi un tercio para el año 2100. Ante esta posible debacle, el gobierno surcoreano ha invertido más de USD 200 mil millones en políticas de natalidad que, a primera vista, podrían parecer totalmente absurdas: ofrecer una bonificación mensual de USD 750 a todos los bebés durante los primeros dos años después de su nacimiento, permitir salarios mínimos más bajos para las niñeras extranjeras, crear sitios web gubernamentales con “mapas de calor” de mujeres en edad de tener hijos y, sorprendentemente, otorgar subsidios para servicios que “consiguen” esposas extranjeras para los surcoreanos.
Cuando la proporción de la población en edad de trabajar (15 a 64 años) es mayor que la proporción de la población en edad de no trabajar (menos de 14 o 65+ años), se dice que un país está viviendo de su “dividendo demográfico”: un mayor potencial de crecimiento económico debido a su joven y dinámica población. Países como Japón, China y Corea - que ya se “gastaron” su dividendo - están sufriendo desde ya las consecuencias de una población envejecida, donde menos trabajadores y un mayor gasto en servicios de salud y pensiones representarán un reto nunca antes visto para su economía y sus finanzas públicas.
¿Y dónde se encuentra Colombia en este panorama? A pesar de ser todavía un país de ingresos medios, todo parece indicar que ya hemos agotado nuestro dividendo demográfico. No solo tenemos una tasa de fertilidad por debajo de la tasa de reemplazo, sino que estamos cercanos o incluso por debajo de las tasas de natalidad de países “desarrollados” como Francia, Estados Unidos o Australia. Sin haberlo aprovechado, nos vamos quedando como caballo viejo y ‘cansao’.
Pocas cosas serán más transformadoras para nuestra sociedad que un cambio demográfico acelerado. Aún así, parece ser el último tema dentro de la agenda del país...