Para que los sueños de la Barbie pudieran materializarse, la empresa creadora de la famosa muñeca decidió en 1962 construirle una casa para que fuera reina de algo. Pero como sin súbditos nadie lo es, necesitaba un séquito de personajes que la hiciesen también reina de alguien. Eso exigió la creación de otros muñecos que escucharan sin hablar, pues solo Barbie sabe lo que es “correcto”, y sirvieran de espectadores periféricos para resaltar la importancia de la dietética rubia, como su eterno novio Ken, reemplazo de su ex, Blaine, su tinieblo y rival de Ken, Ryan, así como hermanas menores, amigas blancas, y para que no digan que no hay “diversidad” en esta junta, perdón, circo, entonces otras amigas afroamericanas como Nikki y Christie, una latina como Teresa, una asiática como Kira y hasta una perrita afgana embarazada.
Hace quince días escribí que me preocupaba que las actuaciones arrogantes del alcalde, luego del golpe de estado que dio a la Junta Directiva de las EPM, de las que él se considera su dueño y no su administrador temporal, buscaban: “conformar “su” junta ocupando muchos de esos lugares con dummies inflables con rodilleras de trabajo pesado y aplaudidores de oficio”.
Como era de esperarse, después de esa acción irresponsable, sería difícil encontrar nuevos miembros de junta que, en el mejor de los casos, fueran siquiera una lejana aproximación en conocimiento y jerarquía a los expulsados.
No tengo nada contra las personas ahora miembros de junta, pero sí mucho desconcierto por su experiencia, que es una cosa distinta a su integridad. La “experiencia colectiva” de la junta, para el tipo de organización de la que hablamos, es de una insuficiencia alarmante que pone en peligro la estabilidad y permanencia en el tiempo de EPM. Es como si a quienes alquilan las barquitas de pedal del Parque Norte de Medellín, los encargaran de capitanear el descomunal portaaviones Gerald Ford de los EE. UU. Pero eso era precisamente lo que necesitaba la presidencia de la junta, el verdadero problema de la empresa.
Hace una semana escribí que “una salida ‘parcial’ para la ciudad” requería que la Alcaldía aceptara “reversar su decisión, respetar una ‘buena’ junta directiva, mínimo como la anterior, y aceptar un mecanismo no exclusivamente público, experto y técnico de monitoreo y asesoría.” Esta alternativa exigía que todo esto se diera simultáneamente, pero en especial la conformación una “buena” junta, y a mí me parece que “en general”, y espero equivocarme, la elegida es solo un accesorio, como los accesorios “Made in China”, para la Barbie, o los de su parodia en la serie animada los Simpson, la Baby Malibú, que tiene estación lunar, una clínica estética de inyección de colágeno y no sé si hasta un valle del software. Muy poca eficacia tendrán los bienintencionados organismos colectivos no gubernamentales de veeduría si la junta es un Lego temático del ego de la alcaldía de tres gargantas.