raúl e. tamayo gaviria
El famoso escritor y dramaturgo George Bernard Shaw, conocido por sus desplantes ácidos y humor negro en la Inglaterra del siglo pasado, le dirigió una invitación al primer ministro, Sir Winston Churchill, a la inauguración de su obra de teatro, “La Millonaria”, en los siguientes términos, (más o menos):
“Respetado Sir Winston Churchill, tengo el placer de invitarlo a la presentación de mi obra “La Millonaria”, el día viernes a las diez de la noche. Puede traer un amigo, si acaso lo tiene”.
Firmado George Bernard Shaw.
Esa misma tarde, el escritor recibió la respuesta de su invitado.
“Señor Bernardo Shaw:
“Lamento no poder asistir a su obra de teatro, por motivos de mi agenda pública. Espero acompañarlo a la segunda presentación de su obra, si acaso se vuelve a presentar”. Winston.
Este mes se están cumpliendo los cincuenta años de la muerte de este gran hombre, estadista, literato, pintor, político y guerrero del siglo pasado. Con sus intervenciones en las dos guerras mundiales al frente del gobierno de Inglaterra, los aliados ganaron las dos sangrientas contiendas en las que sus decisiones, su valor e inteligencia fueron definitivas para dominar a una Alemania poderosa y expansionista que casi se apodera del mundo las dos veces.
Cuando fue elegido primer ministro de Inglaterra en medio de la segunda guerra, se hizo famosa su frase: “Solo puedo ofrecerles sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas”.
Si la entrada de Estados Unidos fue definitiva después del cobarde ataque japonés a Pearl Harbour, para ganar la guerra, las decisiones de Churchill, unidas al apoyo de los presidentes y generales aliados fueron decisivas.
La curiosa coincidencia de su juventud y estudios con el doctor Fleming, inventor de la penicilina, es una bella página que dice mucho de su padre Randolf Churchill y la inteligencia y nobleza de los Fleming.
Pero su humor, junto a su oportuno actuar y tomar decisiones, lo hacen para mí, un personaje inolvidable.
En cierta ocasión, un político que no lo quería mucho debido a que este noble primer ministro fumaba tabaco y bebía en buenas proporciones, le dijo:
“Sir Winston, el general Montgomery, ni fuma, ni bebe, ni frecuenta mujeres y ha sido considerado como el mejor general de la II Guerra Mundial”.
“Sí, eso es muy cierto amigo. Yo, en cambio, fumo, bebo whisky y tengo mis amigas y soy el jefe de Montgomery. Piense en eso”.
Sir Winston Churchill, nacido en Woodstock, Oxfordshire Inglaterra, fue premio Nobel de Literatura en 1953. Este gran dirigente del Partido Conservador de Inglaterra se dio unas buenas vacaciones en el Partido Liberal, pero miren lo que opinaba del Socialismo: “Es la filosofía del fracaso, el credo de la ignorancia, el evangelio de la envidia, su virtud inherente es la distribución equitativa de la miseria”.
Y eso que no conoció a Maduro ni a Chávez.
ÑAPA. Cuentan que en un vehemente discurso en el Parlamento, Churchill fue interrumpido por una inoportuna parlamentaria de la oposición que le dijo: “Sir Winston, si yo fuera su esposa, le daría veneno en el té. “Churchill le respondió: “Señora, si usted fuera mi esposa, yo me tomaría ese veneno con placer”.