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Alberto Velásquez Martínez
Columnista

Alberto Velásquez Martínez

Publicado

Circo de pobres

Por alberto Velásquez Martínez

redaccion@elcolombiano.com.co

Como la muerte económica del Circo del Sol, van detrás expirando en Colombia y el mundo empresas que hacen toda clase de piruetas y saltos mortales para intentar sostenerse en medio de la pandemia. Industrias y comercios modestos o florecientes, sin la pompa ni los lujos del Gran Circo, luchan a brazo partido para alargar sus agonías. Empresas que van quedando en este tsunami económico, social y de salud pública, colapsadas como aquel circo, sin clientelas, sin ventas, sin ingresos por la cancelación de sus negocios. Camino a la ruina, despanzurrados como el circo aplastado por la abrupta caída de la carpa. Sus dueños y empleados, con las esperanzas agotadas y caras melancólicas, reflejan al personaje de Garrick, que entre más llantos que risas, pide cambiar la receta. La radiografía hoy del mundo empresarial que va mostrando la peste como saldo, es de tragedia griega. Castiga, golpea, destruye miles de esfuerzos y sueños de muchas generaciones.

Al paso que se empina la curva de infectados por el covid-19, se apaga la música alegre de los circos, se silencian las turbinas de los aviones y de motores de cruceros. Cierran restaurantes y cafés, actividades del rebusque, entidades culturales, tiendas de barrios. En su largo viacrucis, la economía cruza el umbral de las quiebras. Calcula la Superintendencia de Sociedades que en Colombia cerca de 5000 empresas “podrían acogerse a la ley de insolvencias”, aeropuerto intermedio antes de aterrizar en la ruina.

El peso de la caída de la carpa del Circo del Sol, ha sido en Colombia amortiguada por el espectáculo circense del país político. Con sus maniobras, payasadas y malabares, animan las galerías de quienes piden más pan y más circo. En el ruedo de la diversión lanzan lenguajes cantinflescos a través de las redes sociales, replicados por marionetas de sus rebaños. Y para completar la función de circo pobre, eligen de presidente del Congreso a un senador, cantante de champeta –ni siquiera de vallenato–, carente de iniciativas de proyectos de ley relevantes, investigado por delitos contra el sufragio y redomado ausentista. Pareciera que el Senado hubiera hecho un concurso para elegir como su cabeza al que reuniera las peores condiciones.

Como uno de los actos más llamativos del circo nacional faltaba la exhibición de los elefantes blancos. Lo aportaba la corrupción con su hermano gemelo, el despilfarro. 1.300 obras inservibles o inconclusas, levantadas con dineros oficiales. Estos paquidermos con sus pesadas patas pisan lo poco del decoro que va quedando en la actividad presupuestaria estatal.

Así que no solo la pandemia hace estragos sino los malos espectáculos circenses de la clase política colombiana. Si el coronavirus supera los daños vividos por las crisis económicas de los años 1999 y 2008, el país político anda perdido en sus propios trucos. Y los colombianos más vulnerables, siguen sin encontrar salidas, dando golpes al aire como el vendado en el juego de romper la olla de las sorpresas.

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