Me intrigó una aseveración del padre Nicanor en la conversación que sosteníamos sobre los escándalos de los curas.
-Usted dice que no son lo mismo clero y sacerdocio. Explíquese, tío.
-Sí, eso dije, y te lo voy a explicar. Pero antes déjame concluir mi idea de que la Iglesia se “clericalizó”, se “sacerdotalizó” y entonces pasó a un segundo lugar lo más importante, que es la comunidad. Iglesia, (“ecclesia”) significa propiamente asamblea, comunidad.
-¿Y entonces?
-Entonces lo importante, hijo, es la comunidad, no el sacerdote. Hoy por hoy y durante siglos, ha sido al revés. Y eso ha traído consecuencias y tergiversaciones de fondo.
-¿Y cómo aplicar eso a lo que nos preocupa?
-Me parece que cuando se habla de curas casados, de ejercer el sacerdocio sin el celibato (que por lo demás no debería ser obligatorio), lo que se hace es fortalecer ese sacerdotalismo de la Iglesia . Cuando las mujeres, por su parte, piden ser sacerdotes (algo que tarde o temprano vendrá), lo que hacen es dar valor al clericalismo que les ha cerrado las puertas. Cuando los obispos reclutaban vocaciones a como diera lugar para tener sacerdotes que les dijeran misas y presidiesen las parroquias, se colaban muchas personas indeseadas e inadecuadas que tarde o temprano ocasionaron escándalos como los que lamentamos.
-Pues, padre, me quedo un poco en las mismas.
-Analiza y verás que por ahí es la cosa. Si se replantea con valor y audacia el concepto teológico del sacerdocio, se encontrará el camino para que la revisión del celibato obligatorio no sea una solución coyuntural. Y para que se pueda hacer un replanteamiento de la formación seminarística, que (no nos digamos mentiras) está en la base de estos escándalos de algunos sacerdotes indignos de su vocación.
-Pues si usted lo dice...
-Después hablamos a “calzón quitao” de celibato, de curas casados, de la vida sexual de sacerdotes, obispos y hasta cardenales. La Iglesia no se ha acabado en dos mil años de escándalos.
-¿Y lo de clero y sacerdocio?
-Pues también vamos a tener que dejarlo para después. Y te voy a dar un consejo. Para entender un problema, empieza por analizar las palabras con las que se hace referencia a él. Es la magia de las etimologías. Lo vas a entender mejor cuando estudiemos los vocablos “clero”, “cura”, y otros que se enredan en las sotanas. Si es que nos metemos en ello.
-Y si es que yo me le apunto, padre. Qué pena, pero me ha parecido muy aburridor esto de hablar de curas. Y peor si es de sus pecados. Mejor hablar de sacerdotes buenos y santos, que son más que los malos, usted lo sabe.
-Así es, hijo. Vete en paz.