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Julián Posada
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Julián Posada

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Coleccionar

Por Julián Posada

primiziasuper@hotmail.com

El coleccionista está obsesionado por tener, encontrar, conseguir o acumular aquello que lo desvela, busca siempre ese objeto que ansía, el tener lo activa.

En los años 60 en Francia el novelista y político André Malraux creó las “artothèque” que buscan ceder obras originales de artistas a particulares, escuelas y comunidades. Inspirado en ellas y durante la pandemia nació en España Artoteka, una biblioteca de obras de arte en la cual los interesados pueden alquilar una pieza como si se tratase de un libro, el préstamo se realiza por un mínimo de tres meses y el valor es de 50 euros, que incluyen seguro, transporte e instalación. Coleccionismo temporal.

La casa de subastas Christies acaba de vender su primera obra de arte digital por más de 69 millones de dólares, la puja se inició el pasado 26 de febrero y el precio de salida fue de 100 dólares, la obra está compuesta por 5000 imágenes que forman un collage que el artista Beeple acumuló durante 13 años. Según El País de España “Al contrario de lo que sucede cuando se descarga una imagen de internet (se puede imprimir, enmarcar o colgar en el salón de casa), en este caso todo el ensamblaje de códigos en torno a la obra de Beeple impide su reproducción masiva. Se trata del sistema conocido como blockchain (cadena de bloques), una base de datos privada o un libro de contabilidad que se distribuye entre varios participantes al margen de canales tradicionales de transacción habituales, como los bancos, por ejemplo. Este sistema garantiza la autenticidad de la obra porque todos los que forman parte de esa cadena de bloques guardan una copia y mantienen el consenso de que esa obra es única, la compra queda registrada y se proporciona una prueba de propiedad.” Coleccionismo virtual.

Angélica Ávila Forero escribió un texto titulado “El Museo voraz” (Laguna libros) que no sé si puede definirse como una novela, el libro devela su gusto por el arte y el coleccionismo y construye una historia en la que ella es una ladrona que desea formar un museo para sí misma, para lograrlo se dedica a robar obras de artistas colombianas mujeres que va clasificando en diversos salones según una taxonomía particular del deseo, el afecto y las relaciones. Coleccionismo ficcional y platónico.

Cada una de la obras que roba evoca recuerdos íntimos, provoca una reflexión o incita deseos ocultos, aunque ella escriba sobre arte logra alejarse de tantas palabras y códigos que hacen inasequible ese mundo, ese debería ser también el reto de los que usan paredes y catálogos de galerías y museos para referirse a lo que el visitante observará, sumergirse en los territorios estéticos atemoriza a muchos, los expertos han hecho del lenguaje y la cita erudita un espacio que espanta, la palabra en vez de causar curiosidad y expandir universos, aturde. Acercar la obra del artista al observador debería ser un objetivo común.

En Medellín el vecino de un amigo ha creado al interior de su vivienda un espacio para el arte. Asistimos a nuevas maneras de coleccionismo, no solo a través de la tenencia material del objeto se exorciza el placer de poseerlo

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