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Ramiro Velásquez Gómez
Columnista

Ramiro Velásquez Gómez

Publicado

Colombianos olvidados

Buenaventura es solo un caso enorme del olvido de gran parte del territorio por gobiernos departamentales y nacionales. Desde Bahía Solano en Chocó a Arauca, desde Uribia a Tumaco.

En una muestra de desconocimiento de nuestra realidad, y de sobradez, uno de los capos de la radio capitalina preguntaba a un líder porteño si no veía que un paro en vías del puerto podría afectar a 50 millones de colombianos (razonamiento de por sí absurdo y clasista) a lo que este le respondió que más bien se preguntara por qué 50 millones de colombianos tenían olvidada a Buenaventura.

Así trasciende la vida en nuestras regiones, dejadas muchas (no todas) a su suerte. Interesan cuando hay tragedias, masacres tan comunes en estos dos últimos años, u otro evento lamentable, o cuando a gobernantes o empresarios desde cómodas oficinas se les ocurren obras o ansían su riqueza, sintiéndose autorizados para alterar la vida de miles de pobladores a los que venden sus proyectos como generadores de riqueza y empleo. Ya sabemos en manos de quién queda la riqueza en estos ‘desarrollos’.

Como sugería alguien hace poco en Twitter, qué se sentirá vivir en una ciudad que interese al gobernante, y agregó, qué difícil es vivir en un país que no te reconoce ni sabe que existes, al que no le interesa si te educas bien ni si tu salud está bien atendida, si tienes facilidades para producir y sacar tus productos, si las comunicaciones sirven o presentan fallas, si tienes hambre o sed.

Es la suerte de millones de colombianos ignorados por completo, receptores de sobrados educativos y sanitarios (nunca mejora la calidad de esos servicios).

Basta ir a veredas o municipios (no tan alejados del centro de gobierno e incluso de interés para actividades como el turismo) para comprobar que no hay internet y la señal de celular no llega, que las vías están destruidas y que si hay un centro de salud no hay quién lo atienda.

Y pasan los años y todo sigue igual. Las promesas como se hacen se esfuman, los dineros también.

La Colombia marginada sin condiciones para una vida digna. Un olvido bicentenario alimentado por el desprecio –es eso- de políticos y gobernantes de la gran ciudad (por variadas razones) y que al poder económico no le interesa si no le pintan buenas ganancias. ¿Hasta cuándo?

Esta injusticia hay que acabarla y comenzar a saldar esa deuda. Todos somos colombianos. Necesitamos un gran cambio.

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