Una de las cosas que más voy a extrañar cuando mis hijos crezcan es llevarlos en el carro escuchando sus declaraciones sobre la vida. Desde su frustración, su curiosidad, su agradecimiento, cuando expresan algo es con tal intensidad y contundencia, llenas de inocencia pero a la vez con esa sabiduría que sale de no pensar en filtros, no saber medir consecuencias. Vamos con las ventanas abiertas, no sólo porque aquí se puede, porque es un peligro medido, porque desafiamos un poco. El sol, la brisa, la ciudad, entran por la ventana y de pronto mi hija dice, no quiero ir más al colegio, no estoy aprendiendo absolutamente nada.
Sé que eso no es cierto. Después de todo, si eres madre en el siglo XXI ya debes saber que pareciera que ahora también nos...