Por GUILLERMO MORALES ZAPATA*
memoralza@gmail.com
El periódico EL COLOMBIANO y otros medios, durante los últimos cuatro años y siempre en esta misma época, han publicado artículos sobre el deterioro de la calidad del aire en el Valle de Aburrá. Entre otros, cito dos: “¿Qué pasó con la eterna primavera de Medellín?” (publicado febrero 22 de 2020); y “Respuestas del secretario de Medio Ambiente sobre calidad del aire causan indignación” (publicado marzo 19 de 2019).
Estos artículos hablan principalmente de tres aspectos: 1) Causas, derivadas por el cambio en el uso del suelo, que ha reemplazado zonas verdes por otras superficies que retienen más calor (pavimento, concretos y otros), y por el aumento inusitado del parque automotor. 2) Consecuencias, que incluye entre otras cosas un incremento de la temperatura ambiente (El Colombiano publicó el pasado 17 de enero que hemos experimentado un aumento de 1,7 °C en los últimos 50 años), y subiendo. Y 3) Medidas, principalmente (la más evidente y fácil), restricciones que se imponen con el pico y placa, incluyendo el ambiental que vivimos hasta ahora. No sé si por desconocimiento o por ignorancia supina, nuestros dirigentes han omitido ahondar en las causas principales de esta crisis, dejando de tomar las soluciones de fondo que, por impopulares, tendrían un costo político, económico y social muy alto. Principalmente, evaluar el modelo de desarrollo que tenemos en el Valle de Aburrá, y el estilo de vida de sus habitantes.
Cambiar no es fácil, pero tendríamos que estar haciendo algo y no se ve voluntad o liderazgo. Entre todos deberíamos estar identificando soluciones de fondo, estructurales, de largo plazo, y proceder en consecuencia, con todo lo que esto implique, para no seguir haciendo lo de ahora, que no son más que “pañitos de agua tibia”.
Hace poco leí una frase que le atribuyen a Albert Einstein sobre una de las definiciones de locura: “Hacer la misma cosa una y otra vez, esperando obtener diferentes resultados”. Nosotros, como sociedad, seguimos haciendo lo mismo: llenando nuestras vías de automotores, privilegiando el transporte privado por sobre el público, talando árboles y reemplazando zonas verdes por pavimento y concreto, etcétera.
Y queremos que sin cambiar casi nada, sin hacer sacrificios sobre la forma en que actuamos como ciudadanos, por arte de birlibirloque la naturaleza cambie, como si esta tuviera botones de apagado y prendido. No, ella seguirá con su dinámica cotidiana y con sus respuestas a nuestros comportamientos, la calidad de nuestro aire da fe de ello, y parece que nosotros seguiremos actuando como hasta ahora, como “una sociedad loca”.
* Ingeniero Sanitario de la
U. de Antioquia.