Los errores provocan un gran disgusto. Los periodistas nos lamentamos de no haber leído una vez más el texto para detectarlos. Igual les ocurre a los editores.
Quizás hay muchas explicaciones: generalmente los periodistas trabajan varios temas a la vez; la hora de cierre obliga a acelerar la entrega de las informaciones; no se consulta el diccionario; no se aclara un concepto dudoso y hasta la falta de competencias lingüísticas.
También hay buenas prácticas: escribir con el diccionario al frente; resolver los interrogantes de inmediato; leer y releer; apoyarse en otra persona para que lea lo escrito o leerlo en voz alta; desconfiar de los correctores automáticos...
Debemos hacer todo lo posible para evitar los errores. Y si los cometemos, tenemos...