Querido Gabriel,
Estábamos conociendo colegios para crear los nuestros. Entramos al salón de clase. Era un espacio acogedor, con luz y gente cálidas. Alguien se interesó por una niña de unos 8 o 9 años y se le acercó. Lo primero que hizo fue ponerse en cuclillas, mirarla horizontalmente a la cara y preguntarle por su proyecto con un tono amable, en su propia voz, sin hablar como bebé, como hacemos a veces con los niños. Hola, dijo él. ¡Hola!, respondió ella, y levantó la mirada con una sonrisa. ¿Me puedes explicar qué haces?, preguntó el maestro explorador. ¡Claro!, dijo ella, también maestra desde ese momento, y procedió a darle una clase de arte, explicando los pigmentos, el color, el papel y las figuras que surgían de su imaginación.
Los...