Por Pbro. Julio Jairo Ceballos S.*
La actual situación es una oportunidad para todos los sectores de repensar lo que veníamos haciendo y analizar cómo lo debemos mejorar sustancialmente, no solo en las circunstancias excepcionales del presente, sino en lo que sigue. En efecto, lo que sigue nos convoca: cómo transformar lo que somos para ser mejores, perfectibles. Es lo propio de la educación: la perfectibilidad.
Implica pensar muchos asuntos, que en el caso de las universidades hemos procurado resolver para responder a la contingencia: ampliar las plataformas e infraestructura tecnológica, capacitar a los profesores en habilidades digitales, digitalizar los procesos administrativos y académicos, etcétera. Centraré esta reflexión en uno de los pilares para la educación: los maestros. Sin ellos no podemos hablar de educación de calidad.
Los maestros responden a una tarea inédita: cambiar el aula presencial por una virtual; no se han limitado a ponerse en línea: se han conectado con la nueva realidad. Nos invitan a pensar en lo fundamental de la formación, presencial o virtual: mantener el vínculo humano maestro-estudiante en el contexto de la producción de conocimiento, que deberá pensarse entre ambos para el mundo.
No se trata de cambiar al maestro ‘tradicional’ por otro virtual: requerimos volver a lo esencial, en un contexto de conexión mediada tecnológicamente. La división entre presencial y virtual no debería ser una brecha para los maestros. Debemos recuperar el sentido de la formación en su aspecto humano. Como lo plantea el profesor Jorge Larrosa, es un momento de “distanciamiento crítico y proximidad amorosa de esta noble profesión”.
¿Un maestro virtual o presencial? Es un maestro que comunica su conocimiento, un maestro que hace de la formación su aliada para, como decía Plutarco, “encender ese fuego en los estudiantes”, para apasionar a los jóvenes por el conocimiento. El maestro es el motivador fundamental de los procesos formativos: es la potencia que irradia energía a los demás.
Es oportuno retomar la esencia de la virtualidad: realidad que nos ha acompañado en la aventura humana. Como lo anunció hace 20 años Pierre Lévy, cada salto hacia un nuevo modo de virtualización amplía el campo de problemas y posibilidades; allí los maestros encuentran una nueva vitalidad, desde otras dinámicas culturales que coexisten con la tradición.
Los maestros emprendieron una tarea difícil: continuar su labor sin perder la calidad, encontrar opciones de aprendizaje para sus estudiantes, crear capacidades para estas formas de relación y comunicación del conocimiento en la virtualidad, es decir, maestros con nuevos retos. Los maestros son hoy orientadores, guías acompañantes en el diálogo. Los maestros son, finalmente, fanales de gran brillantez, como reza en uno de sus apartes el Espíritu Bolivariano de la UPB.
* Rector General de la Universidad Pontificia Bolivariana