Las crisis de diferentes orígenes han sido las detonantes de grandes cambios en la teoría económica. Los economistas han querido responder a las necesidades que se plantea la sociedad ante los desastres que las crisis le infligen. Tal fue el caso de la gran depresión de 1929 que llevó al nacimiento de la macroeconomía como se le conoce hoy, a partir de la obra de Keynes (La teoría general del empleo, el interés y el dinero). El giro en la teoría quiso plantear una solución al elevado desempleo que provocan las crisis, a partir del gasto del gobierno en obras públicas. La idea era poder gestionar el ciclo económico.
El keynesianismo dominó el pensamiento macroeconómico desde entonces, hizo agua en la década de los años setenta cuando coincidieron dos fenómenos imposibles de explicar desde esas ideas: una elevada inflación y un alto desempleo. La estanflación. A partir de ahí, con el aporte de los economistas de la nueva escuela clásica, del ciclo real de negocios y de los pensadores neokeynesianos surgió la llamada nueva síntesis que conforma la corriente principal de la teoría macroeconómica moderna.
En la crisis financiera se hicieron muchas preguntas que los modelos de la nueva síntesis no podían responder, porque por construcción no incorporaban el “lado” financiero. Desde entonces una rama muy vigorosa de la academia trabaja en ese frente. Con consecuencias sobre la regulación al sistema financiero que, por cierto, ha dado tranquilidad en ese frente, hasta ahora.
La crisis tuvo también influencia sobre la política monetaria. La nueva síntesis también era crítica con el monetarismo y sus propuestas de control monetario. Con el fracaso de los experimentos monetaristas de la década de los años ochenta en Europa, se consolidó una política monetaria de tasa de interés para manejar la demanda. Una tasa de interés que perdió tracción sobre esta última cuando se acercó a cero. La Fed en su pragmatismo se inventó el programa del relajamiento cuantitativo (el QE) para dar liquidez a la economía y sacarla de la recesión.
La revista The Economist muestra varios caminos para la macroeconomía a partir de lo que está sucediendo con la crisis producida por la pandemia. La revista sostiene que la pandemia dará impulso al estudio de la distribución del ingreso y cómo mejorarlo a partir de instrumentos como el ingreso básico universal, un tema que se había empezado a discutir desde la crisis de 2007.
Hay discusiones, también, en torno al tipo de política económica para salir de la recesión. Si la política monetaria debe hacer todo el trabajo con el QE. O, si, como dicen las directoras del BCE y del FMI, es el turno para la política fiscal y los gobiernos deben gastar y endeudarse para poder salir de la recesión. También hay escuelas que quieren que los bancos centrales fijen sus tasas de interés en cero de forma permanente para que los gobiernos no se preocupen por su deuda. Y otros, que, por el contrario, defienden la expansión fiscal porque precisamente quieren que la tasa de interés aumente para que la política monetaria tenga tracción.
En el tiempo sorprendentemente corto que lleva esta crisis, hay mucho debate, muchas preguntas e ideas que se comunican en los seminarios virtuales, falta todavía que se decanten.