La extinción de la humanidad es inevitable. Eventualmente el sol dejará de brillar y emitir radiaciones y el planeta se volverá inhabitable. Esa es una certeza de fin mucho más sólida que cualquier calendario o profecía religiosa. Desde siempre el ser humano ha estado obsesionado, sumido en la paranoia de cómo y cuándo será ese fin que nos igualará a todos en el único aspecto en el que no existen distinciones de clase, raza, sexo o nacionalidad: la muerte.
La cosmogonía de la Edad Media en Europa giraba alrededor de la muerte de todo. Los hombres de aquel entonces estaban seguros que llegaría en su tiempo y que la vida no era sino una especie de etapa preparatoria para esa llegada. Fue así que se abocaron a la construcción de las grandes catedrales,...