Leemos hoy el último paso de la reflexión a la que Jesús ha conducido a sus oyentes de Cafarnaúm. Y este último paso es la concreción sacramental de la adhesión a Jesucristo a través de la Eucaristía.
Hay que adherirse a Jesús, alimentarnos de él, que es el único capaz de saciar de vida plena a los hombres. Eso es lo que Jesús había dicho y reafirmado los domingos anteriores. Ahora, el paso es decir que este pan es su carne que hay que comer, y su sangre que hay que beber. Es una comunión absoluta donde la vida del creyente sea la misma vida de Jesús.
Comer la carne y beber la sangre del Hijo del Hombre, es comulgar con total realismo con el Jesús histórico, concreto e irrepetible, en la realidad de su carne y de su muerte cruenta. Como Jesús...