El mar ruge y se agita. Gotas saladas. Una estrella, una ola fatal. Amanece y el sol quema. Sobre el inmenso mar Mediterráneo van barcos cargados de ilusiones que quieren librarse de una muerte paulatina. En ellos viaja gente que nació en África pero se hartó de sueños perdidos, del hambre, la guerra o simplemente también quiere esos espejismos de felicidad que venden los comerciales de televisión a otros millones de seres en el planeta. Hace unos días naufragó cerca a las costas de Libia un barco viejo en el que viajaban 700 personas provenientes de África. De acuerdo con cifras difundidas por las autoridades italianas, alrededor de 3.200 personas murieron en el 2014 en su intento por entrar a Europa.
A los cementerios de Italia o Libia están llegando cada vez más seguido ataúdes blancos que esperan un sitio bajo la tierra. En lo que va del 2015 ya han muerto 1.400 personas y se calcula que alrededor de 50.000 lograron ingresar ya a varios países de Europa a través de las costas.
De seguir la situación sin novedades radicales, es posible afirmar que el número de náufragos provenientes de África o de países como Siria se multiplicará en los meses siguientes. La organización Afrobarometer, que trata temas de desarrollo económico y social, publicó el año anterior los resultados de un estudio realizado en 34 naciones africanas entre 2011 y 2014. Y concluyó luego que aunque el Producto Interno Bruto creció alrededor del 4,7 por ciento en el último año según, las cifras oficiales, la pobreza extrema aún es visible. Esto puede ser por dos razones: o los números optimistas del gobierno no son ciertos, como sucede con frecuencia en tantos países, o los resultados de ese crecimiento no están llegando a los más necesitados.
Ante esta situación preocupante y acelerada, los gobiernos europeos buscan medidas para frenar la llegada de esos inmigrantes. Incluso algunos países como Bulgaria o Grecia planean construir vallas o muros de gran longitud para acabar con el problema.
Estas noticias de naufragios y gente desesperada por abandonar África y otros lugares del mundo en conflicto ya no son tan lejanas para quienes vivimos en este sitio del planeta. En los últimos meses los diarios locales han registrado la detención de inmigrantes ilegales en varios lugares de Antioquia y provenientes de países variados lejanos y cercanos también. Aunque algunos iban de paso hacia Estados Unidos y otros países del continente, muchos llegaron hasta allí con el fin de quedarse.
A medida que esta ciudad avanza, mejora y se promueve como la más innovadora, será también más atractiva para inmigrantes ilegales que la verán como salvación y mejor destino para ellos y sus familias. ¿Serán deportados o acogidos? ¿Qué van a hacer con ellos las autoridades? ¿Hay un plan para incorporarlos a una sociedad como la nuestra que tiene otro idioma, tradiciones y cultura? ¿Se puede crear trabajo para ellos? Estas son preguntas que deben formularse los responsables. No pueden dejarlas a la improvisación, al azar o esperar el colapso.