Escribo desde un avión que cubre la ruta Medellín-Miami (para ser más exactos, al aeropuerto de Fort Lauderdale) después de haber estado por más de un mes en mi querida tierra.
Algunas personas, antes de entrar a la sala de migración se despidieron llorando de sus familiares. Otras, aprovecharon para gastarse sus últimos pesos colombianos comprando pandequesos, y una botellita personal de manzana Postobón. Y mientras veía este panorama recordaba que cuando vives lejos la vida pasa y te exige volver a tu nuevo lugar de residencia y continuar con tus responsabilidades.
Al despegar el avión algunos pasajeros se pegan de la ventana mirando con nostalgia los diferentes tonos de verde que adornan el hermoso Oriente antioqueño. “Adiós Colombia”, dice...