Ser Fiscal General de la Nación es un cargo de grandes ligas que los ciudadanos de a pie tal vez no dimensionan. Quienes están en la política y los asuntos del Estado saben que es el segundo solio más importante del país, tras el del Presidente de la República. En ciertos contextos y coyunturas, ostenta un poder decisivo frente al curso de los procesos y los personajes de la realidad nacional. Qué corto es el tramo entre expedientes judiciales y hojas de vida manchadas.
En un país larvado por la corrupción, con tantos agujeros cruzados, que llevan a veces a las figuras y los organismos más impensados, el fiscal tiene en sus manos información privilegiada sobre los actores de más alto nivel en los conciertos públicos y privados para delinquir...