“Una película de terror”, me dijo alguien sobre la crisis ambiental del Valle de Aburrá. Los ojos arden, la garganta pica, el aire está pesado. Incomoda la incertidumbre tan berraca, porque el problema es grande y asustador. 5.800 muertes anuales en el área metropolitana por temas respiratorios rayan un poco la cabeza.
Lo triste es la forma como se ha manejado la contingencia ambiental. Decisiones en caliente, que llegan por WhatsApp y cogen fuera de base a la gente. Eso es lo que ha pasado con el pico y placa ambiental. Por más que las medidas tengan componente técnico hay un tufillo de criterio pañito de agua tibia para salirle al paso a la crisis. Eso afecta a la gente en otros aspectos de sus vidas. ¿Cuantificaron el impacto económico para una familia promedio que debe cambiar su dinámica por las restricciones en movilidad? ¿Pensaron en las personas con condiciones especiales como embarazo o discapacidad? No todo el mundo puede andar en bicicleta y patineta. Cambiar la rutina implica asimilar, entender y actuar... y a veces cuesta... Ahí es donde viene el desubique, la indisciplina y la malicia indígena, con las que les hacen pistola a las medidas. Conclusión: inconformismo, mal comportamiento ciudadano y poca eficacia de la medida.
Parte del problema se debe a que se ha descargado la responsabilidad en los ciudadanos. A la administración pública y a las autoridades ambientales les ha faltado apretar clavijas sobre asuntos que son de su cuerda. ¿Cuánto ha sido el retraso en la construcción de los corredores de Metroplús de la 80 y Oriental, ¿dónde queda la responsabilidad de esos constructores con la movilidad sostenible?, ¿qué estímulos hay para quienes optan por adquirir vehículos eléctricos, más allá de no tener pico y placa?, ¿cómo va el retiro del parque automotor de esos camiones y volquetas que parecen chimeneas?, ¿cuáles son los niveles de control al urbanismo desbordado y qué compensación hay para no perder los espacios verdes? y muchas otras cosas más, como por ejemplo, la seguridad urbana para ver si el transporte público deja de ser foco de atención de ladroncitos y extorsionistas.
Ayer anunciaron medidas de choque. Suenan más estructurales que poner pico y placa un día y otro no. Tomará tiempo implementarlas y puede que sirvan, pero queda el sin sabor de la demora a la hora de actuar. Si la administración está comprometida con la construcción de una ciudad ecosostenible, pues, hermano, a moverse más, a ver si salimos de la película de terror, para que la gente se conecte con la solución al problema porque, sencillamente, las decisiones no pueden seguir quedándose en el aire.