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The New York Times
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DEJEN QUE LOS SIRIOS SE ASIENTEN EN DETROIT

Por

David D. Laitin and Marc Jahr

redaccion@elcolombiano.com.co

Detroit, una vez una gran ciudad, se ha convertido en una aspiradora humana. Su población ha caído a unos 700 mil de casi 1,9 millones en 1950. Se estima que la ciudad tiene más de 70 mil edificios abandonados y 90 mil lotes vacantes. Mientras tanto, sirios desesperados, víctimas de una guerra civil incomprensible, están huyendo hacia países vecinos, con unos 1,8 millones en Turquía y 600 mil en Jordania.


Qué tal si estos dos desastres sociales y humanitarios se juntan para producir algo positivo. El gobernador republicano de Michigan, Rick Snyder, ya ha preparado el camino. En enero de 2014 hizo un llamado para una infusión de 50 mil inmigrantes como parte de un programa para resucitar Detroit, y firmó una orden ejecutiva para crear la Oficina para Nuevos Americanos en Michigan.

Los refugiados sirios serían una comunidad ideal para hacer realidad esta meta, dado que los árabe-americanos ya son una presencia vibrante y exitosa en el área metropolitana de Detroit. Una encuesta de 2013 por la Universidad de Michigan a 1.016 miembros de esta comunidad (58 % de los cuales eran cristianos y 42 % musulmanes) encontró que 19 % eran empresarios y que el ingreso promedio por familia era entre $50.000 y $75.000 al año.

¿Qué confianza podemos tener en que unos traumatizados refugiados de la guerra pueden ser transformados en empresarios emergentes? No lo podemos saber con seguridad. Pero reciente evidencia de niños recuperados de las manos del Ejército de Resistencia del Señor en Uganda y víctimas de crímenes violentos por los cinco continentes ha revelado que se convierten en ciudadanos más activos que sus compatriotas similares que no han sufrido estos eventos traumáticos. En el Campamento de Refugiados Zaatari, en Jordania, los sirios, a pesar de cicatrices psicológicas y recursos limitados, han montado 3.500 tiendas, almacenes y otros negocios.

Los refugiados que se han reasentado desde una zona de guerra han ayudado a reavivar a varias comunidades americanas, notablemente Hmong en antes descuidados barrios de Minneapolis, bosnios en Utica, N.Y., y somalís en Lewiston, Me.


El reasentamiento sirio en Detroit requeriría de compromiso y cooperación a través de diferentes ramas y niveles de nuestro gobierno, pero ante todo es viable. El presidente Obama y el Congreso tendrían que acordar alzar el tope de refugiados en unos 50.000. El

Departamento de Estado, que maneja el procesamiento en el exterior de los refugiados, tendría que abrir oficinas en los campamentos de Jordania y Turquía, determinar la elegibilidad y administrar una lotería para el reasentamiento. El Departamento de Seguridad Nacional, que controla las fronteras, tendría que hacer chequeos de seguridad acelerados, como ha sido hecho en el pasado para vietnamitas y minorías religiosas iraníes. Los servicios Humanos y de Salud necesitarían una expansión del presupuesto de

1,5 billones asignado al reasentamiento de refugiados.


El Departamento del Tesoro y el Departamento de Hacienda y Desarrollo Urbano también podrían ayudar. El Programa de Modificación de Vivienda Asequible, parte del rescate financiero de las instituciones bancarias, fue ideado para ayudar a los lugares que fueron golpeados más fuertemente por la caída en los precios de las viviendas. Pero el programa no ha sido utilizado completamente, en parte por requerimientos rigurosos de supervisión. Ciudades como Detroit tienen autorización para utilizar fondos del programa para demoler propiedades abandonadas y crear parques y zonas verdes. Pero sería mejor gastar el dinero en ayudar a los refugiados a renovar casas que fueron abandonadas.

Finalmente, se necesitarían subsidios del gobierno federal y fundaciones filantrópicas para ayudar a la comunidad árabe-americana a ofrecer servicios sociales a los recién llegados. Claro está que la participación local es un requisito indispensable. Los refugiados de ninguna manera son las únicas fuentes para la regeneración de Detroit. Sus poblaciones más asentadas, incluyendo a los afroamericanos y latinos, están trayendo gran energía y recursos a la renovación de la ciudad. Pero los sirios traerían un nuevo vigor y catalizarían su emergente recuperación.


Algunos escépticos señalarán las dificultades de asimilación, mencionando las antiguas preocupaciones en el área de Detroit por los refugiados iraquíes. Pero no hay evidencia que sugiera que el área de Detroit es un epicentro para sentimientos antiinmigrantes.

Todo lo contrario: desde sus nativos americanos originales hasta la Gran Migración de negros del sur hasta la infusión de inmigrantes hispanos y árabes, Detroit ha sido un lugar donde se mezclan religiones, etnicidades y culturas.

En el 2013 la ciudad, que tiene la proporción más alta de habitantes negros de cualquier otra ciudad grande de América, eligió a su primer alcalde blanco en más de 40 años. El año pasado, la ciudad demostró increíble resistencia y unidad al salir de la bancarrota

municipal, con un plan de reorganización que, entre otras cosas, preservó la colección del Instituto de Arte de Detroit y le dio a la ciudad el espacio para invertir en los por mucho tiempo descuidados servicios públicos.

Otros escépticos dirán que el plan fracasaría porque los sirios más ambiciosos abandonarían la ciudad una vez hayan logrado seguridad económica. No habría ninguna forma legal de prohibir esto, claro. Pero los sirios estarían en la región con una de las poblaciones árabes más establecidas en América, lo que seguramente sería un incentivo para sembrar raíces. Es más, si los préstamos para pequeños negocios y vivienda fueran extendidos, los refugiados tendrían incentivos financieros para quedarse.

Finalmente, algunos dirán que el plan está muerto al llegar, dado el escepticismo hacia la inmigración, en particular en el partido republicano. Pero vale la pena mencionar que el estudio de la comunidad en el 2003 encontró que dos terceras partes de los encuestados dijeron que habían votado por George W. Bush en el 2000; las poblaciones de refugiados con visiones sociales tradicionales y un espíritu emprendedor no van a hacer que Michigan sea menos un campo de batalla político.

Lo más importante es que ambos partidos pueden estar de acuerdo en que reasentar a refugiados desamparados e inocentes va en línea con los compromisos morales y éticos de América; enviaría un poderoso mensaje al presidente Bashar Assad, el Estado Islámico y el mundo acerca de la compasión y la inventiva americanas.

¿Vale la pena sobrepasar los costos y la complejidad administrativa de esta propuesta a cambio de beneficios para Detroit, para una devastada población siria y los ideales americanos? Nosotros creemos que sí.

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