A veces, miro a las personas de frente y me inquieta que nunca más volveré a verlas. No me pasa siempre, muchos transeúntes también me resultan indiferentes, como todo en la vida. No me imagino reteniendo todos los rostros del día: los cansados, los tristes, los que pareciera fueran por ahí en la vida con un dolor profundo en el corazón y los que la alegría se les nota en la picardía de los ojos. Pero a veces uno se percata de la gente, mira la forma de sus orejas, los labios con un poquito de saliva seca, los dientes de tantos tamaños y ausencias, los lunares de la frente. A veces también uno escucha las palabras y uno completa la historia más asombrosa; lo interesante de todo esto, es que la mayoría de gente que uno encuentra a diario jamás...