Una semana le bastó a Donald Trump para convertir su presidencia en un reality televisivo que mezcla el asco con el miedo. Un show dictatorial en medio de firmas de órdenes ejecutivas que en cuestión de horas dinamitó la dinámica democrática mundial. Un mandato que empezó mal para el liberalismo político y solo promete empeorar.
Como con los populistas del nacionalismo radical que pintaron el mapa latinoamericano en la última década y media, con el nuevo inquilino del Salón Oval los adjetivos se hacen insuficientes. Cada decisión suya es una muestra de unilateralidad violenta y desconfiada. De racismo. De xenofobia. De machismo. De generalizaciones perversas que acaban de un manotazo con décadas de construcción de confianza. Escribe con brocha...