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Josefina Agudelo Trujillo
Columnista

Josefina Agudelo Trujillo

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Dinero, pasión y propósito

Por Josefina Agudelo Trujillo

redaccion@elcolombiano.com.co

En mi empeño por comprender las motivaciones del comportamiento de los seres humanos, suelo acudir a la clásica teoría de Maslow.

Psiquiatra y psicólogo humanista, Abraham Maslow nació en Nueva York en 1908, creó la teoría de la autorrealización que lleva su nombre.

Optimista sobre la naturaleza humana y la sociedad, se dedicó a estudiar sobre la motivación que impulsa a los seres humanos y las comunidades, pues se resistía (como yo) a creer que las personas solo actúan bajo la premisa del premio y el castigo.

Maslow decía que las motivaciones humanas surgen de necesidades no satisfechas y que es mediante su satisfacción que llegamos a estar sanos y autorrealizados. Una vez satisfechas las básicas (fisiológicas, de seguridad, de afiliación y de reconocimiento), llegaríamos a las de autorrealización, donde encontraríamos la felicidad y la armonía.

Muchas teorías del comportamiento humano se han basado en la clásica Pirámide de Maslow, especialmente en la administración de empresas.

Gobiernos y organizaciones en el siglo XXI confiamos en el crecimiento económico como el camino para obtener los recursos que nos lleven a construir una sociedad de bienestar donde todos podamos satisfacer nuestras necesidades con justicia y equidad.

Parece que estamos convencidos, como Maslow, de que una vez resuelto lo básico podremos llegar a un mundo ideal de paz, bienestar y autorrealización.

Debatimos sobre la utopía de una renta básica universal que llevaría a que la gente ya no quisiera volver a trabajar.

Nada mas alejado de la realidad del ser humano.

El trabajo es parte de la vida, remunerado o no, es el motor que mueve la evolución humana. Es como el juego a los niños.

Hemos construido paradigmas que nos plantean el trabajo como una condena; una actividad tan desagradable que pagan por hacerla; incluso las cuentas de la economía solo miden el trabajo remunerado como indicador para el desarrollo.

Ahora bien, ¿si tuviéramos resueltas todas las necesidades económicas, qué fuerza nos movería todos los días para salir a trabajar, a emprender, a vivir? Me resisto a creer que solo nos movería la ambición por el dinero.

De hecho, muchas personas se dedican con pasión a realizar actividades no remuneradas que llenan su vida de satisfacción y sentido.

Otras entregan su vida al servicio de los demás, por motivos religiosos, de gratitud o filantrópicos sin esperar nada a cambio.

Recordando a Maslow, me permito plantear una reflexión sobre las motivaciones del trabajo humano: dinero, pasión y propósito.

Podrían estar presentes las tres con diferente intensidad o jerarquía, de acuerdo con los valores que hayan sido inculcados.

Cada persona es libre para escoger que mezcla le da mayor sentido a su existencia. También aplica para las organizaciones

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