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Alberto Velásquez Martínez
Columnista

Alberto Velásquez Martínez

Publicado

Doble rasero

Por alberto velásquez m.

redaccion@elcolombiano.com.co

Hace cuatro años, en medio de la fanfarria oficialista y el escepticismo de la oposición, se firmó en Cartagena el acuerdo de paz entre el gobierno nacional y las guerrillas de las Farc. Muchos invitados estirando nuca para salir en noticieros de televisión con la pretensión de pasar a la historia como testigos del curioso acontecimiento. El mismo que según sus pregoneros, partiría en dos la historia nacional. Eso sí, sin especificar si para bien o para mal.

Hubo nerviosismo en el acto cuando un avión de guerra surcó los cielos cartageneros. Timochenko desfiguró su rostro. Le temblaron los papeles del discurso que tenía en sus manos. No vio trinchera alguna donde pudiera refugiarse como lo hacía en los combates contra soldados de pueblo que vestían uniforme de patria. El avión se fue y a Timockenko le volvió el alma al cuerpo.

Cuatro años después hay reunión/cena en el apartamento del exministro Juan Fernando Cristo para recordar la hazaña en la Heroica. Juan Manuel Santos comparte con Timochenko la cabeza de la mesa de las viandas. Dios los cría y el diablo los junta, dirá algún viejo socarrón. Seguramente recuerdan en recíprocas zalemas, cómo de un cubilete mágico sacaron de una derrota plebiscitaria, una victoria leguleyesca. Cómo burlaron la voluntad mayoritaria del constituyente primario. Y eso que el presidente había jurado respetar el veredicto de las urnas. Seguía la costumbre muy colombiana de predicar, prometer y hacer lo contrario. O de repetir aquel desvergonzado consejo colonial de que las órdenes se obedecen pero no se cumplen. La moral casuística de los pragmáticos, carente de principios éticos.

Posiblemente en esas reuniones/remembranzas, se callan los incumplimientos de las Farc con las víctimas que padecieron sus crímenes y vejámenes. Podrán inventar los marrulleros tertuliantes, si algún comensal atrevido con tres whiskys en la cabeza reclama, argumentos para explicar el porqué no han reconocido los crímenes y reclutamientos forzosos de menores, así como las violaciones de niños. Por qué no han reparado económicamente a sus víctimas y se resisten en ocultar la verdad, sabiendo que sin ella no habrá ni paz ni justicia alguna. Y por qué algunos de los asistentes a esos costureros en donde se cuentan historias de engaños y se cocinan toda clase de infundios, usan el doble rasero para calificar a las instituciones –cortes y fiscalías– que juzgan y juzgarán a sus compadres venidos del monte y a sus opositores ideológicos. Las cortes son impolutas juzgando a sus validos. La Fiscalía les repugna cuando asume su función constitucional de juzgar a sus contradictores y enemigos. La doble moral de la politiquería.

En cuatro años de la firma del acuerdo en Cartagena, incluyendo el sobrevuelo del Kafir que asustó al “valiente” Timochenko, el país sigue esperando que su frutos sean menos ácidos de los que hasta ahora ha cosechado. Y que en tales cenas bogotanas abunden más los chascarrillos que las patrañas.

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