Hoy tenemos dos grandes responsabilidades como seres humanos y como cristianos. La primera votar. La segunda aceptar el resultado de la votación.
Votar es una obligación humana y ciudadana. Humana, porque estamos ante una decisión de la que dependen muchas vidas. Ciudadana, porque se trata de honrar la cita que nos hemos dado para un encuentro nacional, donde nuestro voto, desde puntos de vista diferentes, define el más importante de nuestros asuntos públicos.
Solo un impedimento grave o una causa mayor que no esté en nuestras manos podrían justificar ante la historia de Colombia y ante Dios el que uno de nosotros no participe en la votación.
Aceptar el resultado de la votación, sea que gane el “NO” o que gane el “SI”, es un deber de ética pública...