Se acerca el día de la mujer y por ello quisiera destacar a una grande del siglo XX. Aguerrida, intrépida, revolucionaria pero también abierta a lo que el espíritu quería decirle y por ende a permitir que su vida diera un giro, pero siempre dentro de su afán por luchar por la justicia social. Ella es la norteamericana Dorothy Day. (1897 - 1980).
Creció en una familia episcopaliana de clase media y pasó su juventud defendiendo la igualdad de clases. Ingresó a estudiar en la Universidad de Illinois y comenzó a hacer parte del Partido Socialista de América.
Dos años más tarde se retiró de la universidad, abandonó su familia, comenzó a colaborar en el diario socialista The Call y buscó orientarse al marxismo, pues tenía una gran sensibilidad por los más pobres y necesitados. En 1916 empezó a escribir para periódicos socialistas y un año más tarde se involucró en manifestaciones contra la participación de Estados Unidos en la primera Guerra Mundial, razón por la cual fue detenida. También fue una ardua promotora de temas como el sexo libre y el control de la natalidad.
Dos años más tarde quedó embarazada y se practicó un aborto, lo cual dejó en ella una sensación de angustia interior. Se casó con el anarquista Forster Batterham, con quien dio a luz a una niña, Tamar. “Ser madre es plenitud, es entrega a otros, es amor y, por lo tanto, es sufrimiento”, escribió tras el nacimiento de su hija. Dos años más tarde se bautizó en la Iglesia Católica. Dejó de lado algunas convicciones marxistas, pero no su lucha por los más necesitados. Conoció en 1932 a Pierre Maurin, un inmigrante francés que había abrazado el estilo de vida franciscano y fundador del Movimiento Obrero Católico. Con él fundó diversas “casas de acogida” para dar refugio a personas en situación de calle a causa de la crisis económica de 1930, así como las “granjas comunitarias” que acogen a niños sin padres o en situación de pobreza.
“Podía advertir la nobleza de entregar su vida a los enfermos, a los inválidos, a los leprosos...Pero había otra pregunta en mi mente”, escribió Dorothy, “¿por qué se hacía tanto por remediar el mal en vez de evitarlo, en primer lugar?... ¿Dónde había santos que intentaran cambiar el orden social, que no sólo ejercieran su ministerio con los esclavos, sino que intentaran erradicar la esclavitud?”.
Y comenzó así a traducir en obras sus inquietudes: El 1 de mayo de 1933 puso en marcha el primer número del periódico Catholic Worker “El trabajador Católico”, el cual contenía análisis sobre temas como el trabajo infantil, las huelgas de los agricultores entre otros. Allí denunció, por ejemplo, las pésimas condiciones en el pago de salarios a los afroamericanos.
Murió en 1980 y hoy está camino a los altares. Con sus escritos y sus acciones, la vida de Dorothy es una historia que inspira, porque ella supo encaminar sus anhelos de servir a los demás y de combatir la injusticia con obras de caridad que valoraran la dignidad del hombre y que están iluminadas por la riqueza que trae la Enseñanza Social de la Iglesia.