El presidente Duque ha tenido una relación poco afortunada con el manejo de la política económica. Eso le ha debido causar sinsabores y frustración. Además de su animadversión por el gobierno anterior, ha dejado saber las cosas que no le gustan: los acuerdos de libre comercio, haber ingresado a la Ocde y la independencia del banco central, entre otras. Ha habido menos claridad para explicar cuál es su propuesta alternativa. La carencia de un marco conceptual coherente se ha reemplazado por el voluntarismo, y por medidas improvisadas que demostraron su inconveniencia en el pasado.
La presencia de un economista profesional entre los principales funcionarios de la Casa de Nariño habría evitado algunos de estos tropiezos. Ya no hay tiempo para cambiar de rumbo. De una manera u otra, los desaciertos van a formar parte del debate electoral. Es de esperar que la experiencia reciente sirva para mejorar el manejo económico futuro.
Debe entenderse que las siguientes reflexiones tienen como punto de referencia a la próxima administración. Su propósito no es el de mortificar al gobierno actual. Pido disculpas si algunas de ellas resultan repetitivas o demasiado elementales. Una primera observación trata de explicar la aparente paradoja de que el crecimiento de 10,6 % del PIB en el año 2021, un resultado sobresaliente, no se haya traducido en un incremento de la aprobación del manejo económico gubernamental. El comportamiento del producto interno bruto es un indicador macroeconómico importante. Pero ese no es el indicador relevante para el común de las personas. Lo que cuenta para el bienestar de las familias es el costo del mercado y las condiciones laborales. Dicho de manera un poco más formal, los indicadores claves para la economía doméstica son la inflación y el nivel de empleo. Esos son los indicadores que mueven la opinión publica e inciden sobre la popularidad del gobierno.
Arthur Okun, quien dirigió el Consejo de Asesores Económicos del presidente de Estados Unidos en 1968 y 1969, creó el Misery Index, el índice de la miseria, definido como la suma de la inflación y el desempleo. Mientras más alto sea ese índice, es mayor el descontento. Entre 2018 y 2022, el índice para Colombia pasó de 11,7 a 18,7. La inflación, que era de 2 % anual en el 2018, es de 7% anual ahora, y puede llegar a 8 % anual en pocos meses. La junta directiva del Banco de la República, que está haciendo lo que le corresponde para controlar la inflación, recibió un regaño presidencial.
No toda la inflación es atribuible a factores externos. Los errores en el manejo de la política económica han hecho un aporte significativo. El aumento del salario mínimo en diciembre tuvo implicaciones negativas tanto para la inflación como para el empleo. Tratar de elevar el ingreso real por decreto es contraproducente. El excesivo proteccionismo, con la demanda interna en auge, ha sido perjudicial