Durante siglos, la educación formal asociada a la modernidad en occidente se ha visto más o menos igual: alguien dicta unos contenidos mientras otros escuchan y memorizan. La necesidad de un cambio de paradigma no es un debate nuevo. Hay algunas instituciones que alrededor del mundo han hecho esfuerzos maravillosos, pero podemos afirmar que el modelo general no se ha transformado sustancialmente.
El Covid-19 llegó con inmensos retos para un sector educativo que no puede permanecer estático por más tiempo. Con los colegios cerrados, el aislamiento preventivo trae consigo la pregunta de cómo garantizar una educación de calidad para nuestros niños, niñas y jóvenes que seguramente permanecerán en casa durante algunos meses más. Un estudio de la Universidad de Columbia en Nueva York arroja las siguientes cifras: el promedio de acceso a dispositivos tecnológicos en América Latina es del 40.7 % y el porcentaje de conectividad a internet es del 46.4 % (en Estados Unidos son del 100 % y del 87.8 % respectivamente). Colombia está por debajo del promedio de la región en ambas: 33.6 % de acceso a dispositivos y 38.8 % de conectividad.
Colombia tiene en Medellín la sede para América Latina del Centro para la Cuarta Revolución Industrial en alianza con el Foro Económico Mundial, y eso nos llena de orgullo. A pesar de las dificultades, hay una gran oportunidad. La tarea es potenciarla con urgencia, pues hay una gran parte de la población que ni siquiera ha probado la tercera revolución industrial, que es la conectividad. Esta dificultad no sólo se presenta en zonas rurales y apartadas del país, también es una realidad en los barrios de nuestras ciudades, donde un porcentaje importante de los estudiantes del sector oficial no cuenta con las herramientas necesarias para afrontar la coyuntura. Un estudio del Laboratorio de Economía de la Educación de la Universidad Javeriana revela que más del 90 % de los municipios del país tienen serias dificultades para desarrollar una educación virtual, pues más de la mitad de los estudiantes de los colegios públicos no cuentan con un computador y, si lo tienen, no necesariamente están conectados a la red.
Esto significa un gran reto para el país, si consideramos que de los 10 millones de estudiantes de primaria, secundaria y media, el 75 % pertenece al sistema público. Incluso sin la crisis, la brecha que existe entre la educación oficial y la privada ya es un reto. Podría darse un aumento de la reprobación escolar (hoy cercana al 11 % a nivel nacional) y lo más grave, traducirse en deserción (hoy del 3,5 %). Miles de menores estarían expuestos a múltiples fenómenos de violencia y explotación que destruirían sus proyectos de vida. Estrategias del Gobierno nacional, de los Gobiernos regionales y locales, constituyen un esfuerzo valioso y en la ruta apropiada, pero todavía insuficiente para el gran reto de Estado y sociedad que plantea una educación virtual no solo para tiempos del coronavirus sino para el siglo XXI.
Los padres de familia y cuidadores, hoy con nuestros niños y niñas en casa, tenemos la responsabilidad de contribuir a la formación integral en esta difícil situación. Aprovechemos esta oportunidad única de encuentro para compartir y ayudarlos no solo en el trabajo académico, sino también con el acompañamiento familiar. Orientemos las conversaciones de frustración hacia valores como la empatía y el trabajo en equipo. Hablemos de la importancia de defender la vida, cuidar el medio ambiente y responsabilizarse de sus mascotas, apreciar a sus hermanos y abuelos, dar las gracias... Lo más importante es que todos desarrollemos un alto sentido de la solidaridad en estos momentos donde tantas personas necesitan de nuestra ayuda.