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Para el futuro del país es alentadora la alusión constante que desde diversos sectores oficiales y privados viene haciéndose a la educación, como condición necesaria para que en Colombia se produzcan las grandes trasformaciones humanas y socioculturales que tanto se desean.
No obstante, no se observa coherencia ni consistencia entre los discursos oficiales, las preocupaciones destacadas, las políticas implementadas y las prácticas escogidas, para que esa voluntad produzca, de verdad, los frutos deseados.
Falta conocimiento profundo sobre lo esencial de la educación en esferas decisivas del Gobierno Nacional, compromiso en muchos gobiernos regionales y locales a los cuales se les delegaron funciones y responsabilidades para las que no cuentan con los recursos económicos suficientes, o peor aún, con el talento ni la preparación necesaria para cumplirlas, participación y vigilancia crítica de las comunidades en los procesos educativos, y en último término, reflexión y acción responsable de muchos de los educadores en servicio.
Culturalmente es a la sociedad a la que corresponde definir las funciones del Sistema Educativo Nacional. A los gobiernos, en nombre del Estado, les toca dar expresión filosófica, política y legal a dicha encomienda, buscando equilibrio entre los grupos de interés y privilegiando los fines que sean esenciales. A los entes territoriales corresponde velar por la adecuación de los currículos a sus poblaciones. Los intereses nacionales, regionales y locales deben convivir y armonizarse sin descuido de los unos y los otros. Al Estado toca garantizar la financiación de la educación, que es servicio público y derecho fundamental. De lo contrario se corre el riesgo de traicionar a la nación y de introducir en la gobernabilidad elementos perturbadores para la consecución de los valores supremos de la cultura.
Como producto social, hay que tener presente que todo sistema educativo es una herramienta cultural que cada sociedad utiliza intencionadamente, en un tiempo y en un espacio determinado, para crear, modificar o transformar sus propios procesos. En consecuencia se nutre y hace uso de contenidos culturales endógenos y exógenos, esenciales o accidentales, mediante los cuales y ante todo debe enseñar a pensar, a la vez que socializa y humaniza.
Lo primero implica inducir a los estudiantes en los procesos fundamentales y esenciales del pensamiento y la sabiduría humana, a través del conocimiento y la reflexión sobre los grandes sistemas míticos, religiosos, filosóficos, literarios, políticos, económicos, científicos, tecnológicos, humanísticos y artísticos. Lo segundo es incluir a los niños y a los jóvenes en el seno de la sociedad a la que pertenecen, proporcionándoles las condiciones necesarias para favorecer su desarrollo integral como personas, potenciar sus capacidades de aprendizaje y habilitarlos como ciudadanos y trabajadores para el establecimiento de relaciones positivas de convivencia social y productividad. Lo tercero, es contribuir a la humanización de cada individuo a través de procesos de trasmisión y estimulación cultural. Toda persona necesita ser incorporada en la cultura a la que pertenece. La Cultura, como ámbito propio de la existencia humana, condensa conocimientos, sentimientos, experiencias, valores, creencias, formas de reaccionar y prácticas acumuladas en el transcurso de la historia, a la vez que estímulos para la razón, la imaginación y la creación.
* Director de Docencia,
Universidad EAFIT.
