Ese fue Alfonso Ortiz del Corral, mi cuñado, mi amigo, mi compañero de pesquerías y de muchos ratos de alegría, como también de angustias.
Vivió feliz con su familia a pesar de los múltiples dolores cuando la muerte llegó a los suyos en forma prematura, diría yo, pero así son los designios de Dios. Perdió a su hija menor, Isabel, de pocos años de vida. Su hijo mayor, Daniel, murió cuando terminó su carrera de arquitectura, su grado fue póstumo. Perdió a otra de sus hijas, María Teresa, cuando apenas disfrutaba de la presencia de Alberto, su hijo, siendo un bebé. Dolores que mantuvo en su recuerdo, con el dolor que da su ausencia, pero con la fortaleza de un hombre como Alfonso.
Aficionado a la lectura de política colombiana y, por sus conocimientos,...