Hace poco compartía impresiones sobre el proceso de negociación en Cuba con estudiantes de un colegio de Envigado. Más que entrar en los laberintos que deben recorrer Gobierno y Farc, para lograr que termine el conflicto armado, me empeñé en buscar que ellas se pusieran en los zapatos de los seis millones de víctimas directas que lo han sufrido durante más de 50 años.
Quise que trataran de solidarizarse frente al dolor de otros colombianos que cada día, en los campos y pueblos periféricos, deben levantarse a esquivar las balas, las amenazas, las violaciones, los saqueos, las desapariciones y los reclutamientos forzados de los grupos armados.
A no ser por la excepción de los barrios más golpeados por la violencia urbana, ocurre que casi todos en...