Amable lector. Tuve el privilegio de ser amigo de uno de los primeros profesores que llegó del exterior a la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional.
Me contaba que en los años 40 del siglo anterior era frecuente que a las 6:30 a. m., cuando iba desde el centro de la ciudad a la facultad, el río Medellín estaba cubierto por una espesa neblina y que los azulejos, toches, mayos, carpinteros y otros pájaros con sus trinos celebraban el nuevo amanecer.
Enseñaba a sus alumnos que los árboles y plantas se identificaban con el nombre científico, que en adelante debían denominarlos así. Es seguro que algunos de los hermosos y viejos árboles que permanecen erguidos en esa facultad fueron sembrados por él y sus alumnos.
Cuando salía con sus estudiantes...