Lo ha reconocido el Área Metropolitana: no hay espacio suficiente para acomodar todos los vehículos. Cada año ingresan 140 000 nuevos y según cálculos habría que construir 2 kilómetros de vías cada día a un costo de $2000 millones (cifras de 2017).
Es vano y necio insistir en que el problema se resuelve ampliando calles. No hay dinero, ni es posible ni es ese el sentido de una ciudad y una sociedad.
Bien lo ilustra el columnista y escritor George Monbiot en The Guardian: “El tráfico pesado, 50 años de estudios muestran, rompe comunidades, interrumpe la vida social y afecta las culturas locales. El ruido opaca conversaciones y lleva a que la gente se entre. La polución hace las calles inhóspitas”. Concluye: “los autos se toman el espacio que podría ser usado por niños para jugar, por adultos para reunirse y para el crecimiento de proyectos locales”.
En Barcelona (España), donde hay restricciones a los autos, ocupan el 25 % del espacio urbano; en Houston (Estados Unidos) donde no hay medidas, el 60 %. En Medellín y el Aburrá hay barrios tomados por los vehículos estacionados: barrio Colombia es uno, el Sagrado Corazón (Barrio Triste) y el centro de los municipios de esta conurbación. Habría que agregar las calles atiborradas por autos en congestión.
¿Qué han hecho las autoridades? Legalizar la anomalía cobrando estacionamiento. Eso, sin embargo, no devuelve el espacio a la ciudad.
Imposible la vida moderna sin automotores, pero no pueden ser reyes. Hasta ahora lo han sido y ante la infinidad de problemas creados, la tendencia va cambiando.
Con lentitud lo comenzamos a ver acá. Pero algo es mejor que nada. Las tímidas ciclorrutas, así estén muchas desconectadas y algunas sean peligrosas, son un avance. Otro gran paso ha sido destinar carriles completos a peatones y a vehículos más amigables como las bicicletas.
Lo hecho a lo largo de la quebrada la Picacha en el suroeste de Medellín, en Maturín junto al metro, en La Playa en pleno Centro es un mensaje claro y en el sentido correcto por la Alcaldía. Ojalá siga.
Habrá resistencia (como el movimiento de comerciantes en Sabaneta porque piensan una ciclorruta por calle principal) pero la ciudad debe ser para todos, no solo para los que tengan auto.
Debe primar el transporte público, con el cual las alcaldías tienen un trabajo pendiente. Pero hay avances para ordenar la movilidad urbana.
Maullido: Medellín dañó el centro con metro elevado, Bogotá hará lo mismo.