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Colombia es como un avión, que, desde hace muchos años, tiene los motores sin la suficiente potencia, el tanque de gasolina medio vacío, pocos pasajeros en primera clase y millones de pasajeros pasando aceite, porque el avión vuela muy desnivelado.
Cada cuatro años, los políticos se disputan quién debe ser el piloto. Son políticos con alta pericia y obsesión endémica por ganar elecciones.
El problema es que la mayoría de las veces ganan las elecciones pero no ganan el poder. ¿Quién realmente gana el poder y para qué? El nuevo piloto cumple sus primeros meses.
Muchos se preguntan, si el avión va bien o va mal o si la actual incertidumbre es culpa del piloto. Por ahora, el piloto piensa que pilotear es hablar, proponer, tuitear y reformar. En ese orden de ideas, cursan en el Congreso proyectos de ley generadores de una gran turbulencia como el Plan Nacional de Desarrollo, las reformas políticas, pensional, de salud y laboral.
Tienen un común denominador: Terminarán, como la última reforma tributaria, cazando a los mismos pasajeros de siempre. Los mismos pasajeros que, desde hace muchos años, están montados en el avión, de manera formal y legal. Gracias a ellos, el avión todavía se mantiene en el aire.
Así cazar y hablar de cambio es muy fácil. En el fondo, el piloto sabe que, con algunas excepciones, lo propuesto es un cambio tóxico o cosmético. No es el cambio que necesita el avión. En las próximas dos décadas, este avión llamado Colombia, independientemente de quién sea su piloto, entrará en una turbulencia sin igual. Los retos ya son mayúsculos. Decrecerán los ingresos provenientes de las materias primas, especialmente de las fósiles, tendremos que crear mínimo 100 industrias del tamaño de las flores y del café, tendremos que nivelar el avión, tendremos que subir al avión a los ilegales y a los informales, para que por fin haya más Estado que territorio. Y curiosamente tendremos que afrontar una transición muy compleja: la transición de las drogas ilícitas.
Para bien o para mal, los cultivos ilícitos perderán peso en la matriz de las drogas. El cambio del consumo y el crecimiento de la oferta harán menos rentable el negocio de la cocaína. El nuevo “Uber” en el mercado de las drogas ilícitas, se llama las drogas sintéticas. Para la muestra un botón: el fentanilo. Esto lo entienden muy bien las mafias. Saben que el recambio del negocio de la cocaína es profundizar el negocio de la minería ilegal.
Ya lo estamos viviendo en el Bajo Cauca. El paro tiene muchas aristas. Una de ellas, es la disputa por el futuro de la minería ilegal. A pesar de ser un entorno incierto y complejo, la buena noticia es que todo está por crearse en el espacio aéreo de la innovación. Más importante que preguntarnos si el avión va bien o va mal, es preguntarnos cuándo nos sentamos a conversar para crear el nuevo avión.
Querid@s lectores y lectoras: l@s invito a que conversemos y opinen en @jcmanriq y @elcolombiano. Es fundamental oírl@s a ustedes.
